La bala de un rifle semiautomático AR-15, que Thomas Matthew Crooks, militante republicano de 20 años, disparó a la cabeza de Donald Trump, pudo darle un vuelco total a la vida política y económica del imperialismo norteamericano. Esa bala y esa arma tienen una historia y provocarán consecuencias, que van más allá de la forma en que llegaron a manos de Crooks o la motivación personal que lo llevó a intentar un magnicidio.
Los hechos ocurrieron el pasado sábado 13 de julio durante un acto de precampaña de Trump en Butler, Pensilvania, se salvó de milagro, gracias a un ligero movimiento que justo en ese momento realizó durante su discurso, el proyectil le perforó la oreja derecha, a menos de 2 centímetros del cerebro.
Literalmente el que una bala le rozó la cabeza a Donald Trump es un problema del que él mismo es corresponsable. Metafóricamente podríamos decir que la bala que hirió al virtual candidato, ya cobró tantas otras vidas y derramó grandes ganancias para los magnates de la industria bélica que financian la campaña para que el republicano vuelva a la Casa Blanca.
La producción de armas y municiones supera los 19.5 mil mdd
Hasta hace dos años, el valor de la producción de armas y municiones superaba los 19.5 mil millones de dólares (mdd); más de 400 millones de armas de fuego en manos de civiles en los Estados Unidos, con las que quitó la vida a 8 mil 539 personas en los primeros 6 meses de este año, y otras 16 mil 192 fueron heridas, en territorio norteamericano.
Apenas el pasado 18 de mayo, la Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés), una de las organizaciones ultraderechistas financiadas por los productores de armas, ratificó públicamente su respaldo a Trump, en un acto en el que él les dijo que es el mejor amigo que podían tener en la Casa Blanca.
Lo riesgoso de un acto de terror individual como el que vimos, es que los fascistas lo aprovechan para dar pasos agigantados en su misión de llevar al poder dictaduras sanguinarias. Y parece que las palabras ¡Peleen!¡Peleen!, que con la cara ensangrentada Trump le gritó a sus correligionarios segundos después del atentado, suenan muy aterradoras y seguramente se traducirán en políticas dictatoriales del próximo gobierno.
De hecho hoy, en Milwaukee, Wisconsin, el sobreviviente llegó como héroe y va a transformar la Convención Nacional Republicana, en una poderosa plataforma ultraderechista, para lanzarse a una ofensiva para derrotar al Partido Demócrata, exacerbando todas sus posturas ultranacionalistas, racistas y xenofobias ya muy conocidas.
Negro panorama para los derechos humanos, políticos y laborales
Para los derechos humanos, políticos y laborales se abre un negro panorama en los Estados Unidos. Los millones de migrantes, el pueblo latino, afroamericano y otras minorías con la previsible victoria de Trump, sufrirán mayor criminalización y la persecución; la propagación del supremacismo blanco y los grupos fascistas se apoyará desde la propia Casa Blanca.
En el campo electoral, son nulas las alternativas, el Partido Demócrata, en realidad, es apenas otra cara de la misma moneda; sumida en sus propias contradicciones sin siquiera ponerse de acuerdo en apoyar al decrépito Joe Biden.
Para detener al fascismo en Estados Unidos, hace falta ahora mismo romper las esperanzas en el Partido Demócrata, y construir un potente movimiento de masas, recuperando lo mejor de las recientes huelgas proletarias, recuperar la experiencia del ocuppy Walt Street y el reciente paro masivo de las universidades, las poderosas batallas que desató el Black Lives Matter, así como los históricos movimientos inmigrantes y de los «dreammers».
Unir todas esas luchas para defender los derechos civiles, políticos y laborales, para defender la vida de los migrantes y afroamericanos, uniéndose más activamente en la lucha contra la guerra en Ucrania y el genocidio en Palestina; hacer una sola fuerza democrática, antifascista, antiimperialista por la paz, en el corazón del imperialismo norteamericano, es una tarea urgente y necesaria.
Desde los países dependientes del imperialismo norteamericano, y especialmente México que comparte muchos kilómetros de frontera con el vecino país, también debemos responder a esta alerta que activó la bala que atravesó la oreja de Trump; porque tras el ascenso del fascismo en Estados Unidos, vendrá una política de mayor sometimiento para nuestros pueblos.
En los EE.UU, se vislumbran espinosos los senderos de nuestra lucha de clases.







