Por Felipe Cabello Zúñiga
En el camerino de El Vicio, Fernando Rivera Calderón se apresura a maquillarse para entrar en escena, si bien accede a charlar con Amexi por diez minutos antes de comenzar su divertimento Los sentimientos de la nación.
Felipe Cabello Zúñiga (FCZ).- ¿Cómo surgió esta obra Los sentimientos de la nación?
Fernando Rivera Calderón (FRC).- Pues llevaba muchos años sin hacer cabaret, casi yo creo que una década. Hice durante más de 10 años cabaret aquí, casi todos los meses estaba estrenando una obra nueva con Marisol Gasset, con Las Reinas Chulas, hasta con Héctor Bonilla llegamos a trabajar en una obra que se llamaba 12 Dioses en pugna…
“El cabaret es hermoso, es fascinante y adictivo; pero también es muy desgastante porque habita uno el territorio de la noche y yo trabajaba en la radio de día y luego tenía otro programa, me venía acá y fue un agotamiento que decidí dejarlo una temporada. Justo en ese tiempo fue cuando empecé a hacer televisión: La Hora Elástica, Me Canso Ganso y Operación Mamut que es cabaret hecho tele, como que no necesitaba volver al escenario; pero este año sí sentí un llamado muy poderoso, necesitaba este contacto directo con el público por los acontecimientos políticos que hemos tenido.”
FCZ.- Recuerdo una de tus obras anteriores, me parece que estabas vestido de cadete, ¿Me puedes hablar acerca de ella?
FRC.- Era una obra que se llama La Matria, o podría ser también El Último Mariachi… no era precisamente Niño Héroe, pero era un cadete, un soldado que había peleado en todas las batallas que México había perdido: estuvo cuando perdió Miguel Hidalgo, estuvo con Santa Anna cuando nos quitaron Texas; la única batalla que no pudo llegar, porque no sonó su despertador, fue la del 5 de mayo en Puebla, la única que ganamos.

“Entonces –sonríe abiertamente–, me gustaba mucho ese personaje tan romántico que siempre estaba luchando por México, aunque siempre perdía. Para mí es el espíritu del cabaret, del arte y de vivir en México, porque hacer arte en este país es saber que siempre tienes que luchar, siempre estás empezando y tienes que ir a contracorriente en estos tiempos que ha cambiado para bien muchas cosas y que hay mucha libertad; pero también muchos enemigos… Justo acabamos de ver lo que pasó en el Foro Alicia, ¿verdad?…
“De algún modo Los sentimientos de la nación me ayuda a equilibrar el peso de hacer el programa de televisión, que también es complicado: lo ve mucha gente y hay otra mucha gente más que no quiere que salga y quisiera bajarlo, Operación Mamut me exige ser muy cuidadoso, muy responsable, hay muchas grillas alrededor y aquí no, aquí es básicamente el contacto directo con el público; si me sale bien, si lo preparé bien, pues hay una respuesta bonita y si no, no. La primera temporada tuve lleno total todas las funciones, yo me siento muy feliz pues es un reto siempre, antes de cada función estoy nervioso, repasando mi texto… No ha habido una sola función que sea igual, o sea, yo mismo me aburro si hago lo mismo.”
FCZ.– Naciste en 1972 un 18 de mayo. ¿Llegaste a ver al cómico de carpa Jesús Martínez Palillo, quien murió en 1994?
FRC.- Claro, lo llegué a ver en televisión, yo era muy niño cuando todavía hacía algunas apariciones, conozco perfectamente su leyenda. Siendo yo adolescente se valoraba mucho el humor político y yo vengo de una familia donde mi padre fue funcionario público, era de algún modo parte del sistema, entonces iba a sus fiestas y veía a los políticos ahí, pero también a casa de la familia pues llegaba mucha prensa subversiva, a mi papá le gustaba siempre estar muy enterado de todo.
En las revistas veías cómo masacraban a los guerrilleros o cómo desaparecían, lo que hacía la policía secreta, yo desde niño me estaba ya enterando de todo eso y en mi casa el ambiente era muy político. Como que aprendí el lenguaje y a perderles el respeto también, porque ya me daba cuenta que una buena parte de ellos eran unos fanfarrones, más soberbios de lo que realmente podía ayudar para este país.”

Una materia inagotable
FCZ.- Eres licenciado en Comunicación Social por la UAM-Xochimilco, y tienes estudios en Historiografía de México por la UNAM. ¿Cómo fue tu acercamiento con una materia que la mayoría aborrece, en un país donde poco se lee y más si se trata de la historia?
FRC.- Desde niño fui extremadamente curioso, pero en particular me gustaba la historia. En mi casa, a mi padre [Fernando Rivera Arteaga] también le gusta la historia, me llevaba a museos, había muchos libros en mi casa; pero además recuerdo que en las escaleras había un gran espacio con cuadro gigante, de dos metros por dos, bordado, de Pancho Villa en su caballo encabezando en el desierto la División del Norte.
“A mí me impactaba ver esa imagen de Pancho Villa, la tengo muy grabada y siempre fue un personaje que me impactó. Mi padre tenía muchos libros sobre Benito Juárez, con cuadros e historias de Juárez, sobre Miguel Hidalgo, libros antiguos, me llevaba mucho a museos, pero además mi papá hacía algo, los domingos cuando lo podía ver y cenábamos y eso, él me hacía preguntas siempre de todo, de música, de historia, de política, y yo desde muy chiquito me gustaba mucho aprender, porque además a veces me regalaba cinco pesos si le he contestado bien la pregunta. Entonces nos poníamos en la tarde a platicar y decía, a ver, pues van las preguntas, a ver: ¿Quién compuso la Quinta Sinfonía? No, pues Beethoven. Ah, ¡muy bien!
Lleva al público por un viaje en la historia…
“Y entonces yo me di cuenta que de algún modo yo vivo y gano dinero y me mantengo del conocimiento que tengo, entonces fue muy padre que mi papá me enseñó a entender que también el conocimiento tiene un valor más allá de saber mucho; el conocimiento también es rentable en este mundo, y no necesariamente para engañar a la gente como un publicista, sino compartiendo ideas, conceptos, reflexiones con la gente.
Hoy en día evidentemente vivo de esto, lo hago porque realmente estoy convencido de que conocer tu historia, no solo la historia de tu país, sino tu propia historia personal, la historia de tu colonia, la historia de tu familia, de tu mamá, te cambia la perspectiva de las cosas.
¿Cuántos de nosotros no sabemos la historia de nuestros propios padres? Y a veces los juzgamos de una manera durísima y de repente ves lo que tu mamá sufrió cuando era niña y dices: ‘Ah, claro, por eso es así conmigo, está cubriendo una carencia que ella tuvo’, y ya no ves las cosas igual porque con la historia de México a mí me ha pasado lo mismo.
Sus recuerdos y percepción de la historia
“Yo de niño, pues, cursé con la educación de la SEP tradicional, la primaria; pero luego en la secundaria mis padres me metieron en una escuela de Hermanos Maristas con una educación completamente derecha, católica, donde Miguel Hidalgo era un criminal, Villa y Zapata delincuentes y Porfirio Díaz era un chingón, Maximiliano había hecho cosas buenísimas.
Entonces yo venía de la otra escuela, ¿no? Y decía: ‘¡Cómo! El héroe de allá es el villano de acá’. Cuando salí de eso, dije: ‘Necesito estudiar historia, pero en serio. Porque ya no quiero que me estén pasando cuentos’. Y cuando estudié historia, estudié la maestría en Historiografía de México en la UNAM. Yo estudié comunicación en la UAM-X porque quería estudiar teatro…Y es muy interesante porque la gente cree que saber historia es leer los libros de historia y saberte todos los hechos y las fechas y lo que pasó. Y no, lo importante de la historia es saber quién escribió qué y quién no (…) La historia lo vamos aprendiendo todo el tiempo y nunca está concluida, es como la filosofía o las ciencias sociales, están en proceso de concepción y de re entendimiento.”
FCZ.- Para concluir tras este origen de tu amor por la historia, ¿qué nos depara esta obra Los sentimientos de la nación?
FRC.- Pues, de entrada, eso: reflexionar un poco a partir del texto que don José María Morelos dictó a don Andrés Quintana Roo en 1813 y que se leyó en el primer Congreso [del Anáhuac], pues parto de ahí. Por supuesto de lo político, de lo que significaba ese documento por la libertad, por la soberanía; pero también hablar de los sentimientos desde el otro lado:
“¿Qué sentimos los mexicanos hoy en día? El amor, la esperanza; pero también el enojo de algunas partes. Es una exploración de los sentimientos a partir de tres personajes, que serían: uno, Sor Juanga (sic) Inés de la Cruz, otro José José (sic) María Morelos y Pavón, otro Hernán Cortés… y… y… finalmente yo, que aparezco como una especie de Charro Negro, que hago una especie de epílogo donde ya platico un poco sobre lo que vimos al inicio con Sor Juanga, con José José María Morelos y Pavón. Salen Luis Miguel Hidalgo y Costilla, y Hernán Cortés. Hago un juego muy interesante porque utilizo canciones pop de los ochentas que todo mundo conoce, pero con un contenido político, sin cambiar precisamente la letra de las canciones de José José.
“Es un juego de metalenguajes donde el público entiende perfecto de lo que estoy hablando y hago una crítica, pero desde algo que conoce: las canciones de los ochentas que están en boca de todos. Por ejemplo, Sor Juana cita a Lupita D’Alessio. ¿Y acaso Lupita D’Alessio no es también una figura de la emancipación femenina? Entonces, que Sor Juanga diga un fragmento de Lupita D’Alessio o yo cante un soneto de Sor Juana con música de la Sonora Dinamita, pues es un efecto muy loco para el público y lo lleva a reflexiones muy padres sobre la historia y lo que significa todo esto.”