Las actuales políticas gubernamentales para impulsar el crecimiento económico mundial y la desigualdad social están teniendo un efecto devastador en la salud mental de la humanidad.
Personas con escasos recursos o que carecen de empleo tienen hasta tres veces más probabilidades de sufrir depresión, ansiedad y otras enfermedades mentales comunes que las personas con recursos más altos.
De acuerdo con el relator especial sobre la extrema pobreza y los derechos humanos, Olivier De Schutter, las personas con problemas financieros están en riesgo de sumarse a los más 970 millones de personas que padecen de algún trastorno mental en el mundo.
“Los efectos sobre la salud mental de vivir en un mundo esclavo del crecimiento, obsesionado con la productividad y la competitividad, se reconocen cada vez más como factores (de riesgo)”, destacó Schutter, nombrado en 2020 como relator espacial por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
El especialista belga considera que las personas que viven en pobreza, que trabajan sobre todo en empleos informales o precarios, son las más vulnerables de sufrir algún mal mental.
Además, de que son quienes disponen de menos recursos para hacerles frente, “lo que crea una crisis de salud mental que en gran medida se ignora y pasa desapercibida”, según el sitio Noticias ONU.
Las desigualdades y sus consecuencias
“Las desigualdades están volviendo loca a la gente. Las desigualdades provocan ansiedad. La gente teme quedarse atrás. Y cuanto más desigual es una sociedad, más temen incluso las personas de clase media caer en la pobreza. Por eso viven estresados y desarrollan síntomas de depresión y ansiedad”, subrayó.
De Schutter detalló en un informe cómo los cambios en las condiciones laborales y las medidas de flexibilización del trabajo han desempeñado un papel fundamental en el aumento de los problemas de salud mental que afectan a las personas con bajos ingresos.
“En lugar de combatir la pobreza, el ‘crecimiento’ nos ha llevado por un camino de desigualdad económica extrema, con consecuencias desastrosas para ricos y pobres por igual, ya que las sociedades más desiguales sufren mayores tasas de depresión, ansiedad y otros problemas de salud mental”, afirmó.
Mientras que el desempleo puede aumentar el riesgo de enfermedades mentales, se ha demostrado que “el trabajo precario conduce a resultados de salud mental aún peores”, subrayó.
Necesario un equilibrio saludable
Esto, explicó, debido a la inseguridad, la falta de poder de negociación, el salario injusto y los horarios de trabajo impredecibles que hacen que sea imposible gestionar un equilibrio saludable entre la vida laboral y personal.
Ante este panorama, De Schutter, llamó a la comunidad internacional, particularmente a los gobiernos abordar urgentemente el aumento del trabajo precario, estableciendo protecciones legales que garanticen un trabajo decente y un salario digno.
Consideró que es urgente establecer una normativa que permita a los trabajadores conocer con antelación sus horarios y recibir una compensación si éstos cambian, así como mejorar la seguridad económica garantizando un número mínimo de horas a los trabajadores a tiempo parcial.
“Sólo haciendo frente a este sistema económico roto, y poniendo el bienestar por encima de la interminable búsqueda de más, podremos empezar a abordar seriamente la pobreza y la crisis de salud mental que la acompaña”, apuntó el relator especial.