Era el lunes 23 de noviembre de 2021, cuando, después de haber ingresado por la frontera de Tijuana, Luis Hernández llegó por primera vez a Santa Ana, en el sur de California, donde había escuchado que encontraría a muchos paisanos, ya que se trataba de una ciudad santuario, una urbe amigable con la población migrante.
Y efectivamente, lo comprobó: encontró a viejos amigos y familiares que, en ese momento, lo ayudaron a sobrellevar la tristeza de haber dejado a su familia para conquistar el sueño americano.
Además, se sentía libre de andar por todos lados: de ir a las tiendas, a las lavanderías, de visitar amigos, así como de tomar el autobús para ir al trabajo o a la escuela, donde se había inscrito para aprender inglés y así poder conseguir un mejor empleo.
Esto lo podía hacer porque Santa Ana había sido declarada ciudad santuario en 2016. Incluso antes de esa fecha, ya contaba con políticas a favor de la comunidad migrante, por lo que Luis caminaba, incluso, más seguro que en las calles de México; solo tenía que respetar la ley y podía vivir tranquilo.
¿Qué es una ciudad, condado o estado santuario?
Pero, ¿qué es una ciudad santuario? La ordenanza de ciudad santuario prohíbe el uso de recursos municipales —incluyendo propiedades y personal— para la aplicación de la ley migratoria o para cooperar con agentes federales de inmigración involucrados en dicha tarea.
Fundamentalmente, la ordenanza también prohíbe el intercambio directo e indirecto de datos con las autoridades federales de inmigración que pudieran facilitar la localización, detención y deportación de personas sin estatus migratorio regular.
En otras palabras, esto significa que, aunque seas migrante, en las ciudades santuario puedes ir a la escuela, hacer trámites municipales, llamar a los bomberos o a la policía, o hacer uso de los servicios médicos.
Entre las principales ciudades consideradas como “santuarios” para inmigrantes en Estados Unidos se encuentran San Diego, Los Ángeles, San Francisco, Miami, Chicago, Seattle, Houston, Austin, Dallas, Washington D.C., Detroit, Salt Lake City, Minneapolis, Baltimore, Portland, Denver y New York City, así como todo el estado de Nueva Jersey.

Nueva York, Los Ángeles y Chicago son las tres “ciudades santuario” más grandes, y en las que Donald Trump ha pedido que se acelere su programa de deportaciones masivas.
Y es que, de acuerdo con información oficial, tan solo la ciudad de Los Ángeles alberga a más de 1.35 millones de migrantes, lo que representa más del 34.0 % de su población. Incluso, la mayoría de los estudiantes del área metropolitana de Los Ángeles —tanto ciudadanos estadunidenses como extranjeros— tienen al menos un padre o madre migrante.
¿Por qué no se pueden frenar las deportaciones?
Aunque las autoridades locales tienen políticas que limitan la cooperación con instancias migratorias, el gobierno federal tiene autoridad para hacer cumplir las leyes que ha impuesto.
Es decir, las ciudades santuario no impiden las deportaciones, pero sí dificultan y reducen la colaboración local, lo que hace que estas sean más complicadas en dichos lugares.
Las autoridades locales no pueden impedir que los agentes federales, como hemos visto en los últimos días, hagan su trabajo, ya que, de lo contrario, podrían enfrentar cargos por obstrucción.
¿Qué dice el gobierno sobre las ciudades santuario?
De acuerdo con el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés), las ciudades, condados y estados santuario están obstruyendo deliberadamente la aplicación de las leyes federales de inmigración y poniendo en peligro a los ciudadanos estadunidenses.
“Las ciudades santuario protegen a los peligrosos extranjeros ilegales criminales de enfrentar las consecuencias y ponen a la aplicación de la ley en grave peligro”, señaló el DHS el pasado 29 de mayo.

“Estos políticos de ciudades santuario están poniendo en peligro a los estadunidenses y a nuestras fuerzas del orden para proteger a los extranjeros ilegales criminales violentos”, dijo la secretaria del DHS, Kristi Noem.
Estamos, agregó, exponiendo a estos políticos del santuario que albergan a extranjeros ilegales criminales y desafían la ley federal. «El presidente Trump y yo siempre pondremos la seguridad del pueblo estadounidense en primer lugar. Los políticos del santuario están avisados: cumplan con la ley federal”.
Hoy, Luis ya no ve el mismo panorama que cuando llegó en 2021. Ahora en las calles solo hay temor y él ya no puede caminar libremente por las calles para ir a la escuela o asistir a sus citas médicas; dice que se ha arriesgado para ir al supermercado por lo esencial para comer.
La historia de Luis refleja la realidad de millones de migrantes que, aun viviendo en ciudades santuario, enfrentan un clima de creciente incertidumbre y temor, pues aunque estas jurisdicciones ofrecen cierta protección, no son un escudo absoluto frente a las políticas migratorias federales.
Las recientes detenciones, y la forma en cómo se están llevando a cabo, muestran que la promesa de un refugio seguro parece desvanecerse, dejando a muchos en un limbo entre la esperanza y el miedo.