Por: Alina, Ivonne, Miroslava, Maribel y Abril
Ciudad de México, 8 mar. (AMEXI).- Una ola de miles de mujeres, jóvenes, amas de casa, estudiantes, niñas, madres buscadoras, enfermas de cáncer, hijas de desaparecidas, artistas, colectivas, activistas, las del Bloque Negro, con pañoletas moradas, volvieron a salir a las calles del Centro Histórico para exigir el fin de los feminicidios en México; frenar la violencia de género, vicaria, las desapariciones, la discriminación, así como el desprecio por ellas desde el poder.
En Paseo de la Reforma, Madero, en la plancha del Zócalo, ante un Palacio Nacional amurallado y vigilado por miles de policías y militares, con su inquilino a 400 kilómetros de distancia, en Morelia, bajo el quemante sol y sus más de 33 grados, marcharon con esa mezcla de enojo, de ira, de tristeza, pero también con batucadas, música de banda, de pueblo, cantantes, violines, en el sexto 8M de la era López Obrador.
Las demandas, las mismas, más graves, por la situación del país, por los asesinatos diarios contra ellas, las desapariciones, las violaciones, el minimizar desde Palacio Nacional esta violencia, el avalar candidaturas a violadores, la falta de medicinas para las que luchan contra el cáncer.
Marcha variopinta, de las jóvenes de la UNAM, del IPN, las sindicalistas, las niñas de primaria, las adolescentes de secundaria, las abuelas, todas gritando, pero también bailando y cantando, repitiendo hasta el cansancio las consignas contra los machistas, los misóginos, los violadores: “La que no brinque es macho, la que no brinque es macho”.
Lee: ¡Cuéntanos bien, no somos una, ni 10!, claman hacía el Zócalo
Catarsis de miles, de millones de mujeres en el país, del no pasa nada, de no hay de qué preocuparse a pesar de la terca realidad y los 11 feminicidios al día, de los más de 5 mil feminicidios y de las 48 mil desaparecidas en el sexenio de la 4T.
Ahí estaba Doña Rosenda, de 75 años, con sus dos nietas de 12 y 10 años, exigiendo justicia por la desaparición de su hija Rosa en la región de Tierra Caliente. Junto a ellas, la colectiva “Doñitas Púrpura” la arroparon, la acompañaron en esta marcha, que también fue un viacrucis para miles.
“Mujer escucha, está es tu lucha; las niñas marchando, también están luchando” gritó hasta el cansancio Nicole, de nueve años, junto con sus primas y su mamá, mientras caminaban por Paseo de la Reforma, rumbo al Zócalo, en una nube con aroma de mujer, de injusticia, de solidaridad, de sentimientos y emociones encontradas.
“Nos siembran miedo, nos crecen alas”, decían las grandes alas moradas de una veinteañera por los rumbos de El Caballito, mientras esa multitud pasaba, gritaba, recordaba la triste realidad: “¡Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente!”.
A la altura de la ex Glorieta de la Palma, cientos de mujeres que padecen cáncer gritaban la desdicha de creer en el sistema de salud como el de Dinamarca y la escasez de medicamentos: “AMLO estamos a miles de muertas de tus promesas”, se leía en una manta morada.
Mientras tanto, cientos, tal vez miles de elementos de la agrupación Ateneas de Seguridad Pública de la Ciudad de México formaban una valla humana, protegían recintos, vigilaban a los contingentes sobre Reforma. En las calles aledañas a Palacio Nacional, hombres uniformados estaban a la expectativa.
Lee: Regalan manifestantes rosas a Ateneas en señal de paz
Los puestos de periódicos y el asta bandera frente a Palacio Nacional se convirtieron en un gran tendedero para exhibir, con fotografías y leyendas, a violentadores de mujeres, a deudores alimentarios. “¡Un deudor es un macho opresor!”, se leía.
Marcha del enojo, del hartazgo, que derivó en las capuchas negras y moradas, en los martillos, en los cinceles, en las fogatas, frente al muro de metal, infranqueable frente a Palacio Nacional. Los golpes incansables al metal, los policías y militares a la expectativa detrás de la valla de tres metros de altura.
El llamado Bloque Negro, incesante, insistió en romper el acero, mientras gritaban acompañadas de jóvenes y adolescentes: “No somos una, no somos 10, pinche gobierno cuéntanos bien”.
Vendrían los discursos, las demandas, en recuento de los daños de la política sexenal contra las mujeres que hoy, como desde hace seis años, nadie escucharía en Palacio Nacional.