Por Boris Berenzon Gorn
Rizando el Rizo, columna que me ha acompañado durante una década —y espero que por muchas más—, se publicará a partir de ahora en AMEXI cada 15 días. En ella adoptaremos un enfoque que podríamos denominar Heuriménesis, privilegiando tanto la creatividad como la interpretación.
Desde esta perspectiva, nos proponemos realizar un análisis interdisciplinario de la cultura y la sociedad, empleando herramientas de la historia, la filosofía, la semiología y el psicoanálisis, con el objetivo de comprender el complejo entramado social de la cultura. Los temas abarcarán desde las conexiones entre la historia y la literatura hasta las políticas culturales, que a menudo se ven influenciadas por el mundo digital. Nuestra intención es ofrecer un análisis profundo y riguroso, pero al mismo tiempo presentar un texto accesible y disfrutable para los lectores, que los invite tanto a la reflexión como al deleite intelectual.
El narcisismo, entendido como la fascinación excesiva por uno mismo, ha encontrado un nuevo terreno fértil en el ecosistema digital contemporáneo. Con la llegada de las redes sociales, los smartphones y la posibilidad de conectarse de manera instantánea con miles de personas, el “yo” ha tomado un protagonismo inusitado. Este narcisismo efímero, en el cual la validación externa se obtiene y pierde con una rapidez vertiginosa, se ha convertido en una característica definitoria del presente. Las producciones cinematográficas y televisivas recientes, tanto globales como iberoamericanas, han sabido captar este fenómeno, exponiendo la adicción a los smartphones y la cultura de la imagen que define nuestra era. Aquí exploramos cómo este narcisismo digital se ha vuelto más voraz, cómo las películas y series recientes lo han representado, y el lugar que ocupan las producciones iberoamericanas en este análisis.
La búsqueda de validación en la pantalla
El narcisismo ha sido un tema recurrente en la filosofía y la psicología, pero en el contexto digital ha adquirido matices distintos. Las redes sociales no solo permiten la construcción de una identidad, sino que promueven la necesidad de presentarla y validarla constantemente. En lugar de una relación profunda con uno mismo, el narcisismo digital se define por la búsqueda incesante de aprobación de los demás. Cada “me gusta”, cada comentario, cada compartido es una pequeña dosis de validación que, en lugar de satisfacer, crea un ciclo de adicción que nunca es suficiente.
Una de las representaciones más conocidas de esta dinámica es el episodio “Nosedive” de Black Mirror (2016), donde la protagonista vive en una sociedad que mide el valor de las personas a través de una puntuación social, basada en la apariencia y las interacciones en línea. La desesperación por mantener una imagen perfecta y ser validada constantemente empuja a la protagonista a un estado de angustia y colapso emocional, una metáfora clara de la fragilidad del narcisismo en la era digital.
El documental The Social Dilemma (2020) explora de manera directa el diseño adictivo de las redes sociales y cómo las grandes corporaciones tecnológicas manipulan el comportamiento humano para mantener a los usuarios enganchados a sus dispositivos. Las plataformas están estructuradas para explotar los instintos narcisistas de las personas, ofreciéndoles gratificación instantánea a través de la aprobación social.
El reflejo de una obsesión global
La adicción a los smartphones es una de las manifestaciones más visibles del narcisismo digital. El constante monitoreo de las notificaciones, la necesidad de actualizar estados o compartir imágenes, y la ansiedad que surge cuando no se puede acceder al dispositivo, son indicativos de una dependencia que trasciende lo meramente tecnológico. En la serie Euphoria (2019) se observa cómo los personajes adolescentes construyen sus identidades a través de sus interacciones en redes sociales, donde sus relaciones y su autoestima están intrínsecamente ligadas a la validación que reciben en línea. La serie muestra cómo la vida digital se convierte en una extensión de la vida real, fusionando ambas hasta el punto en que las líneas entre lo real y lo virtual se vuelven borrosas.
El cine y la televisión han documentado de manera dramática esta adicción. La película Ingrid Goes West (2017) presenta a una protagonista que se obsesiona con la vida de una influencer de Instagram, intentando imitar su estilo de vida perfecto para ganar reconocimiento en las redes. El desenlace de la historia revela cómo la persecución del narcisismo digital puede ser destructiva, ya que la búsqueda de validación no solo afecta a la salud mental, sino que también altera las relaciones interpersonales.
Narcisismo y redes sociales
El fenómeno del narcisismo digital no se limita a las producciones de Hollywood, sino que también ha encontrado eco en el cine y la televisión iberoamericanos. La serie mexicana Control Z (2020), por ejemplo, aborda cómo los secretos y la vida privada de los estudiantes de una preparatoria se ven expuestos a través de las redes sociales. La trama sigue a un hacker que revela los secretos más oscuros de los estudiantes, lo que desata una serie de conflictos. La serie expone no solo la adicción a los smartphones y la dependencia de las redes sociales, sino también cómo la identidad y la imagen digital pueden ser manipuladas, alterando radicalmente las dinámicas sociales.
En la película española Perfectos desconocidos (2017), dirigida por Álex de la Iglesia, un grupo de amigos decide armar un peligroso juego durante una cena: poner sus teléfonos móviles sobre la mesa y compartir en voz alta cada mensaje o llamada que reciban. Lo que comienza como una actividad divertida rápidamente se convierte en un caos cuando los secretos más profundos y oscuros de cada personaje salen a la luz. Esta película retrata de manera brillante cómo los smartphones se han convertido en contenedores de nuestras vidas íntimas, y cómo la necesidad de mostrar una imagen perfecta ante los demás se contrapone a la realidad compleja y a menudo caótica de nuestras vidas privadas.
La serie argentina El Reino (2021) que, aunque se centra en la política y la religión, toca de manera tangencial el tema del narcisismo digital a través de sus personajes públicos, quienes utilizan las redes sociales como herramientas para construir y manipular su imagen pública. La serie revela cómo el poder y el narcisismo están intrínsecamente conectados en la era digital, donde la construcción de una imagen pública idealizada puede ser tanto una herramienta de ascenso como de caída.
Narcisismo efímero
La lógica del consumo rápido en el capitalismo digital. El narcisismo digital, a diferencia del clásico, está marcado por su temporalidad. En un mundo donde el contenido es consumido a la velocidad del scroll, la relevancia personal también es efímera. Las redes sociales han adoptado una lógica de consumo rápido, donde lo que es viral hoy será olvidado mañana. Esto alimenta un narcisismo voraz, donde la necesidad de ser visto, admirado y validado es constante y nunca satisfecha por completo.
Este ciclo de gratificación rápida y olvido instantáneo se refleja en la serie brasileña Omnisciente (2020), en la que los ciudadanos viven bajo un sistema de vigilancia que los sigue constantemente. La premisa de la serie, que aborda el tema del control y la autoimagen, refleja cómo en la sociedad digital las personas son observadas en todo momento, y la necesidad de proyectar una imagen ideal se convierte en una obsesión.
Adicción a la autoimagen
Finalmente, uno de los elementos más impactantes del narcisismo digital es la obsesión por la autoimagen. Esta adicción a la presentación constante del “yo” genera un ciclo interminable de perfección artificial. En la serie colombiana Frontera Verde (2019), aunque el enfoque principal está en un misterio que envuelve a la Amazonía, se observa en los personajes urbanos una preocupación por la autoimagen, lo que contrasta radicalmente con la vida en la selva, donde la identidad y el ser no están mediadas por la tecnología.
El impacto psíquico de esta obsesión es evidente en Her (2013), donde el protagonista desarrolla una relación amorosa con un sistema operativo. Aunque no trata directamente del narcisismo digital, la película explora la desconexión emocional que puede surgir de la dependencia de la tecnología. La relación de Theodore con su sistema operativo es una metáfora de la alienación moderna, donde el mundo digital no solo media las relaciones humanas, sino que también sustituye la necesidad de contacto real.
El narcisismo digital, alimentado por la cultura de la autoimagen y la adicción a los smartphones, ha transformado radicalmente las relaciones sociales en la era moderna. Las producciones cinematográficas y televisivas, tanto globales como iberoamericanas, han captado de manera aguda este fenómeno, mostrando cómo la búsqueda de validación instantánea y efímera se convierte en un ciclo destructivo de autocomplacencia y dependencia. A través de estas narrativas, se hace evidente que el narcisismo en el mundo digital no solo es más voraz debido a su temporalidad, sino que también refleja un profundo malestar social: la pérdida del ser auténtico en favor de una proyección idealizada y superficial. ¿Cada quien su narcisismo? Usted elige.
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