Por Norberto Soto Sánchez *
En el último año la situación al interior de la Universidad Autónoma de Sinaloa se ha caracterizado por la efervescencia política y la polarización entre las autoridades universitarias ─y quienes los apoyan─ y una parte de la comunidad de dicha institución educativa que quiere democratizarla, transparentar sus finanzas y lograr el respeto a derechos laborales y humanos de docentes, trabajadores y estudiantes.
No es para menos. Poco a poco han sido ventiladas diversas operaciones financieras sin licitar que fueron llevadas a cabo presuntamente por distintos funcionarios y exfuncionarios universitarios de primer nivel, las cuales ascienden a más de 700 millones de pesos. Se trata de compras a sobreprecios que beneficiaron a militantes del Partido Sinaloense que, a su vez, ocupan o han ocupado puestos clave en la UAS y, sobre todo, a un oscuro personaje: Héctor Melesio Cuén Díaz.
Hablar del Partido Sinaloense (PAS) y de la familia Cuén Díaz es hablar de un cacicazgo universitario que controla a la UAS desde el año 2005 a través de dinámicas y mecanismos clientelares, corrupción y violencia desmedida que es ejercida en contra de sus opositores políticos. Con esa combinación de clientelismo y agresiones es que el PAS logró su registro en agosto de 2012. Desde entonces la UAS funciona como ariete político de este.
Todo cacicazgo universitario hace referencia a una estructura que gira en torno a un cacique; en este caso es Héctor Melesio Cuén Ojeda, exrector de la UAS (2005-2009), empresario, magnate, fundador y líder moral del PAS, así como padre de Héctor Melesio Cuén Díaz.
Desde 1973 esta familia ha amasado un patrimonio calculado en más de 123 millones de pesos, sin embargo, desde que Melesio Cuén padre asumió el cargo como rector de la UAS (2005) y hasta el 2022 ha habido una aceleración en la acumulación de riqueza de esta familia la cual, desde 2009, se ha hecho de nada más y nada menos que 70 propiedades como casas, terrenos y departamentos. Va un dato curioso: en 2017 Melesio Jr. adquirió, en un solo día, ocho departamentos de entre 900 mil y 1.4 millones de pesos, según una investigación de los medios Animal Político y el Noroeste (https://acortar.link/uBvVfJ).
A pesar de estos datos, los cabecillas del cacicazgo cuenista en la UAS que están sujetos a procesos legales y su propio líder ─el cual actualmente es candidato a una diputación pluri por el PRI─ acusan que todo se trata de una mera persecución política en su contra. Apoyado en esa retórica, el pasado 14 de abril el líder del PAS llamó a una conferencia de prensa para hablar de supuestos atentados que habían sufrido dirigentes pasistas un día antes. En el evento, el cacique no dejó pasar la oportunidad de estigmatizar y criminalizar a periodistas que han hecho investigaciones sobre la corrupción en la universidad, acusándolos de recibir dinero del gobierno morenista estatal, de ser “cómplices” del crimen organizado y de abonar a los presuntos ataques contra militantes de su partido.
Respecto a esto, la Red Rompe el Miedo, la cual es una estructura de periodistas y activistas contra la violencia en el contexto electoral implementada a nivel nacional, publicó un posicionamiento en el que urgió al Instituto Estatal de Protección de Periodistas y Personas Defensoras de los Derechos Humanos a tomar cartas en el asunto por los señalamientos infundados que emitió Cuén Ojeda (https://acortar.link/3M1gRY).
Que este personaje haya hecho estas acusaciones victimizándose no es nada nuevo. Es el sello de su casa. Las dos décadas que su cacicazgo lleva controlando a la UAS ha implementado campañas de difamación y montajes en contra de universitarios democráticos y periodistas críticos, las cuales se complementan con narrativas que lo pintan como el “salvador” y “modernizador” de la universidad que, por su “justa” lucha en defensa de la autonomía universitaria y la educación pública, es objeto de todo tipo de ataques por parte de “fuerzas oscuras”.
Para echar a andar esas campañas cuenta con una estructura parainstitucional de la cual uno de sus operadores más destacados es Álvaro Aragón Ayala, proveedor de servicios de la universidad (https://acortar.link/f747y7) y conocido “analista” político de Radio UAS, desde donde no hace otra cosa que defender al cacicazgo bajo el discurso de una supuesta defensa de la autonomía universitaria, la cual en realidad ha sido pisoteada durante casi 20 años por su jefe Melesio Cuén Ojeda, situación respecto a la que Aragón siempre guarda silencio. Por supuesto, esto ha dañado la credibilidad del cacique y la dirigencia del PAS (https://acortar.link/K4sHOv).
Cada cacicazgo universitario tiene su historia. El de Héctor Melesio Cuén Ojeda tiene que ver con el del surgimiento de la gran producción y trasiego de opio ─para sintetizar heroína─ en Badiraguato. Este cacique universitario pertenece a un linaje de caciques políticos y narcocaciques de Badiraguato que consolidaron su poder en el periodo posrevolucionario (https://acortar.link/Y8bstD):Fernando Cuén Cázares, su tío abuelo, fue un militar integrante del Estado Mayor de Venustiano Carranza, así como diplomático en distintos países. Mediante una red de connivencias que tejió en su trayectoria política cobijó a su hermano Melesio Cuén Cázares ─abuelo de Cuén Ojeda─, quien fue cinco veces presidente municipal de Badiraguato y se convirtió en uno de los más importantes narcocaciques de la región a finales de la década de los treinta del siglo pasado (véase https://acortar.link/Ok9q6s p. 86).
Curiosa la historia política sinaloense de los últimos 100 años, donde un cacique universitario nieto de uno de los primeros narcocaciques de Badiraguato terminó apropiándose de una de las universidades públicas con una de las tradiciones de lucha democrático-popular más radicales de México en el siglo XX: la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Cuén no es ninguna víctima “heroica” como recurrentemente pretende presentarse. Es un victimario que forma parte de la facción más reaccionaria y conservadora de la gran burguesía de Sinaloa y México. Se trata de magnates que no ven en la educación pública ─en cualquiera de sus niveles─ otra cosa que asuntos a través de los cuales pueden enriquecerse a partir de los presupuestos de las instituciones que la imparten o la administran, para lo cual se valen tanto de mecanismos legales y metalegales como ilegales. Podríamos decir que llevan a cabo privatizaciones no convencionales pues, en el caso de las universidades públicas, a pesar de mantener dicho estatus, buena parte de sus presupuestos terminan en los bolsillos privados de integrantes de castas doradas y caciques universitarios. Estos personajes personifican los aspectos más perniciosos del capitalismo neoliberal: corrupción, violencia represiva, pisoteo a derechos humanos y laborales, así como enriquecimiento a partir de instituciones que deberían servir a las grandes mayorías populares.
*Psicólogo y maestro en Educación por la Universidad Autónoma de Sinaloa. Doctorante en la UPN Unidad Ajusco. Interesado en temas de violencia política en educación superior.
** Lo escrito en esta columna es responsabilidad del autor.