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Claudia ante la prensa vigilante

Signos y sentidos / Por Renán Martínez Casas

Renán Martínez Casas Por Renán Martínez Casas
12 de diciembre de 2025
En Signos y Sentidos
Claudia Sheinbaumm, en una mañanera del pueblo

Claudia Sheinbaum. Mañanera del 11 de noviembre 2025. AMEXI. Foto: Presidencia

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Renán Martínez Casas

En México, el régimen se ha mantenido confrontando a la crítica pública sin dejar realmente de temerle. La presidencia de Claudia Sheinbaum introdujo un giro discursivo notable: una forma menos estridente, menos confrontativa, menos inclinada a utilizar la descalificación como método cotidiano. Ese cambio retórico importa, y conviene reconocerlo.

Sin embargo, el terreno donde trabajan los periodistas continúa siendo profundamente hostil. La violencia contra la prensa sigue cobrando vidas, los incentivos económicos para sostener el periodismo crítico continúan debilitados y los mecanismos que deberían garantizar pluralidad y vigilancia permanecen erosionados. La aparente calma del discurso presidencial no compensa la inercia de un ecosistema institucional que continúa operando bajo reglas viejas: zonas de silencio, precariedad económica y uso estratégico de la publicidad oficial.

En este contexto, Sheinbaum ha ofrecido una narrativa más contenida, incluso más técnica, pero no ha modificado la estructura de relaciones que coloca al periodismo independiente en una posición vulnerable.

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La herencia estructural del deterioro

Para entender los desafíos de la prensa bajo el régimen actual es indispensable mirar la trayectoria de las últimas décadas. Desde la apertura relativa de los años noventa, el periodismo mexicano ganó músculo, profesionalismo y ambición investigativa. Hubo periodos de auge en la vigilancia del poder: grandes reportajes, investigaciones que cimbraron gobiernos, medios que apostaron por independencia editorial.

Esa fuerza se sostuvo mientras coexistieron tres condiciones: autonomía económica razonable, tolerancia política y un mercado de medios capaz de financiar la investigación.

Esa ecuación se rompió en los últimos años. La violencia ejercida por grupos criminales contra reporteros, la precariedad laboral en la industria y la manipulación de la pauta oficial como mecanismo de premio o castigo minaron las bases del periodismo vigilante. Muchos medios del país, particularmente en los estados, retrocedieron hacia coberturas dóciles o francamente oficialistas. Otros, simplemente, desaparecieron.

Es en ese paisaje —ya dañado, ya desigual, ya marcado por sobrevivencias más que por proyectos— donde Claudia Sheinbaum ejerce la presidencia. Su discurso es menos agresivo, sí, pero la estructura que envuelve al periodismo continúa deteriorada.

Continuidad del régimen: control narrativo y economía menguante

La comunicación gubernamental mantiene sus mecanismos de centralización: la conferencia matutina diaria, la definición vertical de la agenda y la permanencia de operadores estratégicos del sexenio anterior en puestos clave. Aunque hoy las descalificaciones personales disminuyeron, el aparato sigue marcando desde el centro los ritmos de la discusión pública con contadas excepciones.

La continuidad no termina en lo narrativo. También se expresa en la relación financiera con los medios. Los subsidios en forma de publicidad oficial se siguen distribuyendo de manera discrecional, beneficiando principalmente a medios, periodistas y comentaristas alineados con la narrativa gubernamental. Lo que cambió es el volumen del ruido, no la forma de administrar recursos.

Al mismo tiempo, la caída estructural de la inversión privada en publicidad, producto del estancamiento económico prolongado, mantiene a las redacciones en estado de precariedad permanente. El resultado es doble: los medios críticos pierden sustento para investigar, los medios alineados encuentran razones para seguir en esa posición.

Esta configuración hace que la transformación comunicacional del régimen actual sea más de estilo que de fondo. El poder baja la voz, pero sostiene los incentivos que debilitan a la prensa independiente.

Un periodismo que resiste por otros caminos

La vigilancia del poder no desapareció, pero cambió de sitio. Ante el debilitamiento de las grandes redacciones, muchos periodistas han migrado a proyectos independientes.

Libros de investigación, plataformas digitales, colectivos con financiamiento internacional, proyectos locales e incluso iniciativas ciudadanas individuales aparecen como alternativas que, con pocos recursos, han mantenido viva la función crítica del periodismo.

Este tipo de trabajo permite profundidad y libertad editorial, pero enfrenta su propio dilema: escaso financiamiento, riesgos de seguridad y dificultad para competir con la agenda política centralizada. A pesar de ello, ha sido en estos espacios donde han surgido algunas de las investigaciones más relevantes de los últimos años.

El régimen puede relativamente controlar la narrativa nacional, pero no ha logrado silenciar del todo estos márgenes. Ahí, en la periferia, en el esfuerzo paciente de periodistas que publican con pocos medios, persiste la mejor tradición de vigilancia y crítica.

El mapa de riesgos: violencia que no cede y percepciones que pesan

La disminución del tono hostil no ha frenado la violencia contra periodistas. Las agresiones no solo persisten, han aumentado especialmente fuera de la capital y los asesinatos siguen siendo un recordatorio de que en México investigar al poder político o criminal continúa siendo una actividad de riesgo extremo.

Parte de ese clima tiene raíces profundas: la percepción social de que los periodistas son “comprados” o “corruptos”. Esa idea, sembrada por décadas, se mantiene vigente y es fácilmente activada por actores políticos o partidistas. Aunque el gobierno actual ya no repita la retórica de insulto frontal, la huella cultural permanece. Y en los estados, donde el poder dicta silencios, esa percepción funciona como permiso tácito.

Mientras no exista una política integral de protección legal, económica y de seguridad, la prensa seguirá enfrentando riesgos desiguales según el territorio donde trabaje.

El desafío estructural: medios locales debilitados

El punto más vulnerable del ecosistema informativo son los estados. Ahí, donde los gobiernos locales y las organizaciones criminales tienen influencia directa, el periodismo enfrenta una doble presión: la violencia que impone autocensura y la dependencia económica de la publicidad oficial.

En varios estados, las redacciones abandonaron la cobertura de crimen organizado para sobrevivir. En otras regiones, los medios críticos se volvieron minoría que resisten sin respaldo económico. El resultado es un mapa fragmentado, donde la vigilancia periodística del poder varía según la geografía y donde se multiplican las zonas de silencio informativo.

Una presidencia con menos ruido, pero con la misma deuda

Sheinbaum ha mostrado menos estridencia y ataques sistemáticos a la prensa. Ese cambio retórico importa. Pero el régimen al que pertenece continúa operando bajo la lógica de control narrativo, incentivos económicos discrecionales y omisiones en materia de protección a periodistas.

El discurso cambió. El ecosistema no.

México sigue necesitando una política pública de fortalecimiento del periodismo crítico, financiamiento independiente para medios locales y mecanismos reales de seguridad. Mientras eso no ocurra, la vigilancia del poder seguirá siendo una tarea heroica de unos cuantos, no una garantía democrática.

* Esta columna hará un breve receso invernal y su autor les desea unas felices fiestas navideñas.

 

Etiquetas: Claudia SheinbaumPeriodismoPortada 1
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