Pionera de los documentales fílmico deportivos, la bailarina, actriz y directora de cine alemana Leni Riefenstahl inmortalizó los XI Juegos Olímpicos en el Berlín veraniego de 1936, gracias a su película Olympia, Los dioses del estadio, dividida en dos partes: Fest und der Völker o “Festival de las Naciones” y Fest der Schönheit o “Fiesta de la Belleza” (https://youtu.be/s23Q01qvdGs y https://youtu.be/-ibaK_tb19I).
“A ella incluso Goebbels le tenía miedo”, recuerda el historiador estadunidense Richard D. Mandell (1929-2013) refiriéndose al ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, en el capítulo noveno dedicado a Leni “The Olympics Preserved”, de los 10 que contiene su libro The Nazi Olympics (Nueva York. The McMillan Company, 316 p.p., 1971).
Autor, asimismo, de Historia Cultural del Deporte (Barcelona. Bellaterraedicions, 346 p.p., 2006), Richard D. Mandell “emergió” con su volumen en nuestra “Casa Ponce” de la colonia Avante, Coyoacán, luego de las Olimpiadas México 68, cuando mi hermano mayor, Fausto Francisco Ponce (uno de los cofundadores con Julio Scherer de la revista Proceso, a la par de mi segundo broder, Armando Augusto, coordinador de Cultura en la revista de 1976 a la fecha), compró The Nazi Olympics, el cual desempolvé hace poco…
Mandell hace una analogía de Leni Riefenstahl como Deméter, la antigua diosa madre de la fertilidad y protectora de la agricultura cuyas sacerdotas vírgenes, con velos áureos, la honraban en su trono donde presidía los juegos deportivos del estadio en la ciudad de Olimpia en Élide, siendo las únicas mujeres quienes podían participar en las Olimpiadas griegas:
“Como Deméter, también eran blancas las ropas que portaba Leni Riefenstahl e imponía su presencia sobre los espectadores y los atletas de los Juegos Olímpicos de Berlín. Sacerdota de la belleza en el siglo XX, Leni Riefenstahl no poseía cetro alguno; pero era una chica bastante moderna… lucía impresionantemente guapa, era famosa en el mundo, rica, y desde finales de 1934 se embarcó en una de las aventuras más novedosas jamás concebidas: esta joven propiciaría un matrimonio artístico entre los deportes y el cine”, escribe Mandell, profesor de la Universidad de Carolina del Sur:
“Fuerte y de senos grandes, para 1936 Leni era una belleza poco convencional… Tenía ojos pequeños, boca recta y de línea larga, nariz firme arqueada con prominencia al frente desde lo alto hacia la punta, brindándole una apariencia semítica… a su cachet se le añadía la reputación de ser una de las artistas más respetadas en el renacimiento cultural de Alemania”.
Durante la reciente transmisión televisiva de la inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024, los menos diletantes reconocieron sus huellas emotivas y su clarividencia tecnológica para filmar. Ella utilizó 400 mil metros de material en Olympia, Los dioses del estadio y tardó un par de años en editarlo, ganando su obra la Mostra di Venezia 1938 (Allá en el Rancho Grande, de Fernando de Fuentes, igual obtuvo uno de los premios italianos).
“Nadie con igual cuidado, equipo, o su sentido del arte y dramatismo, había tenido la ambición ni la posibilidad de poseer tanta variedad y cantidad de rollos que le permitieran crear películas deportivas de tal intensidad e imágenes tan concentradas, como Riefenstahl. En 1936 no existía mucho rango en la sensibilidad lumínica de los rollos de películas… el sonido para cine se había descubierto sólo siete años atrás de aquel 1936”, elogia Mandell.
Gracias a su inventiva se plasmaron tomas bajas del salto de garrocha y altura, desde zanjas cavadas in situ; imágenes submarinas de las competencias de natación y clavados, fotografías en movimiento desde rieles o panorámicas del estadio capturadas por el dirigible Graf Zeppelin y globos aéreos.
Desde luego, los retratos más célebres de Leni corresponden a los close-ups e instantes cumbre del atleta negro estadunidense Jesse Owens, héroe en la pista de Berlín 1936 con cuatro medallas de oro 100 y 200 metros planos, salto largo y relevos de 4 x 100. Recuerdo de niño que mi padre, el campeón nacional de salto largo y periodista deportivo de Excélsior, Fausto Ponce Sotelo, nos contaba en “Casa Ponce” la emocionante saga de este ídolo suyo, (misma que fue recreada en 2016 por la película canadiense Race o “El triunfo del espíritu”, con Stephan James en el papel de Owens y la holandesa Carice van Houten como Leni Riefenstahl).
Algunas del medio centenar de cámaras bajo el mando de Leni filmaron, ora en velocidad lenta o normal, atrapan el segundo cuando a la velocista germana Ilse Dorffeldt se le cae la estafeta en la carrera de relevos 4 x 100, perdiendo así Alemania contra las atletas gringas. El esfuerzo del maratonista coreano Kitei Son y del clavadista Dick Degener son sublimes. Tributaria del cineasta ruso Sergei Eisenstein, Leni no consideraba Olympia un documental y para describir su trabajo, a menudo empleaba términos musicales como “melodía”, “armonía”, “tonos”, “escalas” y, en especial, “ritmo”.
Su talento y determinación fueron únicos; antes, entre el 1 y el 16 de agosto de 1936 que duraron las Olimpiadas alemanas y, después, con la edición de las dos cintas de Olympia en las que ella tardó año y medio…
El historiador Mandell asegura que Leni Riefenstahl es una de las tres mujeres que aparecen en los desnudos eurítmicos femeninos a los nueve minutos de comenzado el “Festival de las Naciones” en su Olympia. Para la segunda parte, “Festival de la Belleza”, Leni se atrevió a meter sus cámaras al baño sauna construido ex profeso para los deportistas finlandeses. Bailarina clásica de pequeña, fue adoptada como actriz por el cineasta Arnold Frank, quien la convirtió en su estrella en películas mudas rodadas en los picos de las montañas, donde escala los Alpes con extraordinaria agilidad.
Helene Bertha Amelie Leni Riefenstahl había nacido en Baviera el 22 de agosto de 1902, si bien Mandell da 1907 como año de su llegada en Berlín; un dato importante: sugiere que ella era “mitad judía” conforme a declaraciones de la crítica de cine Lotte H. Eisner (Gardner, 1965), nacida en el seno de una familia judía y cofundadora de la Filmoteca Francesa.
Nunca se enlistó en el Partido Nazi; pero tras la derrota alemana fue acusada de colaboracionista del Tercer Reich y ser amante de Hitler, Goebbels, etc. Sus películas las desaparecieron o fueron vetadas. Pero en 1993 aceptó hablar de su pasado, participando en el documental de Ray Müller Die Macht der Bilder (literalmente “El poder de las imágenes”, traducida como “Leni Riefenstahl: Una vida de luces y sombras”.
En 1984 demandó a una mujer llamada Nina Gladitz, quien la calumnió en Time of Darkness and Silence, un documental de German WDR-TV. Nina buscó hasta el cansancio pruebas de que Leni contrató presos gitanos del campo de exterminio Maxglan, cerca de Salzburgo, para su película Tiefland (“Tierras bajas”) hacia 1940. Hasta la muerte, Leni fue exonerada de solapar crímenes de guerra contra judíos o gitanos de la raza romaní por los nazis.
Cuando en 2015, Nina arremetió de regreso publicando las supuestas pruebas antisemitas en su libro Leni: Karriere einer Täterin, ya era tarde: Leni Riefenstahl había muerto un 8 de septiembre de 2003, a los 101 años.