
Por Roberto E. Ponce
En una fría mañana de febrero del año 2002…
“Lo más choco del Choco Tabasqueño” era uno de los dos caséts que le obsequié a AMLO, él entonces jefe de Gobierno del llamado Distrito Federal, tras concluir la entrevista que hicimos en la Librería Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo acerca del significado para su carrera política de mi poeta católico predilecto y mentor suyo, Carlos Pellicer Cámara, a 25 años de su fallecimiento.
AMLO iluminó sus ojos de apipizca ante el casét del “Choco Tabasqueño”, un registro de su paisano el trovador Jorge Alejandro, alias El Choco Tabasqueño. Casi ni oteó al otro casét: el mío, que contenía las canciones musicalizadas por quien esta columna escribe, a partir de 12 poemas de Pellicer Cámara grabadas por el ingeniero Lázaro Palma, de la naciente Comisión de Radio y Televisión de Tabasco (Corat) durante mi estadía en Villahermosa (donde radiqué y trabajé entre 1986 y 1992).
Le hablé esa vez a AMLO de las veces que nos topamos en las “carreteras sin ley” –Graham Green dixit– durante las giras que los dos realizamos por nuestra cuenta: yo, al lado de mi otrora fiel guitarra de palo y junto a mis dos cuates titiriteros del grupo Huacalito, actuando en rancherías olvidadas de Nacajuca y Jalpa, Comalcalco y Paraíso, Teapa y Tacotalpa, Jonuta, Macuspana y Tenosique. Le pedí apoyos para un eventual disco y AMLO prometió escuchar mis piezas pellicerianas y que, apenas publicara aquella entrevista en la revista Proceso, “con mucho gusto” me buscaría.
Desde luego, entre aquellas piezas de “Lo más Choco del Choco Tabasqueño” se hallaban algunas joyitas compuestas del “Choco” original, don Manuel Laureano Arrázola Hernández: “El bocao”, “Pa’ Jonuta”, “El ganadero”, “El Milpa y El Plaga”, “Ai’ mojo maistro”; temas escuchados, sin lugar a dudas, por AMLO niño y familia en su Macuspana natal.
Sinónimo de “indio sin cultura” (según Tilo Ledesma), la voz “choco” se utilizó en principio para designar con desprecio al “criollo moreno de la clase humilde” (José Luis Inurreta, autor del zapateo “El tigre”), en tanto que para el lexicógrafo Marcos E. Becerra, “el choco o la choca son las personas de raza indígena pura, llamadas vulgarmente así en Tabasco y parte de Veracruz” (seguro usted lector vio la película del Indio Fernández “La choca”, protagonizada por Meche Carreño y filmada en 1974).
Aquellos cantos del “Choco” incluían “La voz del infierno verde”, de mi cuate Salvador Manrique (popularizada por el “compa” Karmito, famoso con sus Supremos por el “Pájaro campana”), cuya frase “Yo vengo de donde todos somos iguales” sorprendentemente AMLO ignora en sus conferencias mañaneras. En cambio, a Dora María (de Tamulté, donde yo vivía) sí que el presidente elogia talentos, máxime a raíz de su adiós físico el 4 de junio de 2023, cuando él hizo sonar “Mis blancas mariposas”, de Cecilio Cupido Jr., en Palacio Nacional.
En 1975 AMLO conoció a Pellicer Cámara, cuando el poeta aceptó ser candidato del PRI a senador por Tabasco. Al morir “El poeta de América” (a quien AMLO catalogó como “socialista guadalupano”), el futuro mandatario tenía 24 años y fue nombrado director del Centro Coordinador Indigenista en la región maya-chontal Tabasco; allá en Nacajuca fundó la importante radiodifusora La Voz de los Chontales Után Ajyokot’anob, desmantelada por el gobierno priista posterior al de Enrique González Pedrero y la poeta Julieta Campos (1983-1987), dos impulsores del Instituto de Cultura de Tabasco –que me contrató como maestro de música.
AMLO volvió a edificar la estación en febrero de 2020, evocando zapateados de tamborileros, por ejemplo: “Juíquiti juiqui”, de José Luis Inurrieta; “El hombre del Sureste” (a Tomás Garrido Canabal), de Pedro Gutiérrez Cortés, “El hombre guía”, de mi maestra Carmen Gutiérrez Eskildssen, “Pochitoque jahuactero”, de Alfonso Zaldívar…
Esa amplia entrevista con AMLO “25 años de la muerte del poeta. ‘Pellicer, definitivo en mi formación’: López Obrador” se publicó en febrero del 2002 en la revista Proceso. Varios medios como BBC y Sputnik citaron la publicación, aunque sólo la reportera Yanet Aguilar Sosa, de El Universal, me dio crédito en nota investigada a fondo. AMLO jamás me llamó para opinar de nuestra charla en Proceso (si bien nos toparíamos más).
No extraña ya hoy que él ignore las obras nacionalistas de Chávez o Revueltas que Pellicer admiraba; e igual le sean indiferentes las rolas de Rockdrigo González, León Chávez Teixeiro, Los Nakos, José de Molina (voces de la masacre del 68) y demás colegas “artivistas” del Movimiento de Rock Rupestre –al que pertenecí en los ochenta. O de compañeras solidarias como Nayeli Nesme o Nina Galindo, quienes se solidarizaron con él y en contra de su desafuero. Por supuesto, Eugenia León (quien cantó a Jaime López) y María Inés Ochoa (hija de Amparo, “El jilguero sinaloense”, quien le grabó “Mi libertad” al rupestre Roberto González) sí que vibran en el cancionero de las mañaneras de AMLO con Chico Ché (que le dio al clavo con “Hasta siempre comandante”, del habanero Carlos Puebla).
“Todo lo que te choca, te checa”, solía comentar la psicoanalista Margarita Mancilla en sus terapias. Vaya aquí tal expresión chusca suya, en tiempos cuando AMLO emprende su graciosa huida del poder político y él dedica “rolas chocas” a la juventud en sus mañaneras, cual contrapeso a los corridos tumbaos que también le chocan y rocks o regguetones que le checan.






