En los últimos tres meses, América Latina vive una tensa situación política, donde los gobiernos que se denominan progresistas, como los de Bolivia, Venezuela, Honduras, México, entre otros, son blanco de ataques por parte de grupos y partidos de derecha y ultraderecha. Estos sectores buscan provocar crisis políticas y eventualmente destituir a estos gobiernos.
Dos décadas de gobiernos progresistas
Durante casi dos décadas, la región experimentó el auge de gobiernos que se adscribieron al campo de la izquierda burguesa o reformista, muchos de ellos autodenominados de izquierda, progresistas o socialistas.
Estos gobiernos llegaron al poder en países como Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia, Venezuela, Paraguay, Uruguay, Honduras, El Salvador; y más recientemente en México, Perú y Colombia. Lograron victorias electorales tras grandes luchas obreras, populares y de los pueblos originarios.
Alternancia política en América Latina
Más de 20 años después, varios de estos gobiernos han sido desplazados por gobiernos de derecha y ultraderecha. Casos emblemáticos incluyen a Argentina con Javier Milei, Ecuador con Daniel Noboa, Perú con Dina Boluarte y El Salvador con Nayib Bukele.
En otros países, la alternancia ocurrió de diferentes maneras. En Brasil, mediante elecciones, el fascista Jair Bolsonaro interrumpió el gobierno del Partido de los Trabajadores, que luego volvió a recuperar Luiz Inácio Lula da Silva.
Golpes de Estado financiados por Estados Unidos
En varios países de América Latina, el retorno de la derecha se produjo de manera violenta, mediante golpes de Estado. En la mayoría de los casos, el imperialismo norteamericano jugó un papel clave, a través de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Ejemplos de esto incluyen los golpes en Honduras (2009), Paraguay (2012), Bolivia (2019) y Perú (2021), donde la derecha y ultraderecha, apoyadas por Estados Unidos, destituyeron presidentes progresistas para imponer a sus títeres.

Los gobiernos progresistas no cumplieron con las expectativas
El retorno de la derecha en varios países de América Latina no solo fue posible por el respaldo del imperialismo norteamericano o la fuerza propia de los partidos derechistas, sino porque los gobiernos progresistas tampoco cumplieron con sus promesas.
Durante las dos décadas de dominio progresista, se anclaron a potencias como Rusia y China, promovieron la integración de mercados regionales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y el Mercado Común del Sur (Mercosur). Con esto, consolidaron nuevos grupos económicos, como la burguesía aymara en Bolivia y la boliburguesía en Venezuela.
Sin embargo, las mayorías populares, obreras y campesinas no salieron de la pobreza, y a muchas de sus organizaciones los persiguieron o los desmovilizaron de manera sistemática. Uno de los gobiernos más agresivos en la aplicación de esta política fue el gobierno de Rafael Correa en Ecuador.
Falta de unidad y organización de la clase obrera
La política de desmovilización implementada por estos gobiernos «de izquierda» debilitó la capacidad de lucha de la clase obrera y los pueblos de América Latina. A pesar de esto, el descontento social creció, y la derecha aprovechó esta situación para recuperar posiciones políticas en varios países.
La falta de unidad y organización en los sindicatos y movimientos obreros permitió el avance de la derecha, ya que muchos trabajadores carecen de conciencia de clase y caen en el engaño de los partidos derechistas, que en realidad representan los intereses de los enemigos de la clase trabajadora.
¿Puede la derecha seguir creciendo en América Latina?
En países como Venezuela, Honduras, Colombia y México, la derecha busca fortalecerse, aprovechando el descontento por la falta de soluciones a las demandas populares.
Los gobiernos de Colombia y México, en lugar de enfrentar estos problemas, incluyen a figuras derechistas en sus administraciones, lo que genera aún más inconformidad y desesperanza de los pueblos. Esto demuestra que los gobiernos progresistas no serán lo que detengan el avance de la derecha en América Latina.
Solo la clase obrera, aliada con los sectores explotados y oprimidos, podrá frenar este retorno, construyendo unidad, organización y lucha popular. Primero para exigir soluciones a sus demandas y, sobre todo, para formar sus propios gobiernos de obreros y campesinos pobres.
Así están los senderos de la lucha de clases en América Latina.