La Navidad en México tiene una relevancia cultural por tres motivos: tradición histórica; convicción religiosa, aun cuando se trata de una conmemoración de creyentes y no creyentes; y un anhelo de vivir en paz, con justicia y en un ambiente de reconciliación.
Lo anterior lo señala el investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, Jorge Eugenio Traslosheros Hernández, quien expone desde cuándo se festeja la Navidad en México que se estima fue poco más de 500 años.
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Se estima que la primera festividad fue en 1519
El especialista en Hispanoamérica Virreinal estimó que el primer evento conmemorativo a la Navidad se realizó el 25 de diciembre de 1519.
“Con toda seguridad esa Navidad se celebró en Tlaxcala, no es una cuestión de testimonios, sino de lógica histórica.
”Es decir, Hernán Cortés llega en Semana Santa de 1519; se puede decir que en diciembre de aquel año se celebró la primera Navidad en México”, destacó en entrevista con motivo de este festejo.
En tanto, según información de la obra “Aspectos de las fiestas navideñas en México”, publicado por el Programa Editorial de la Coordinación de Humanidades y el otrora Centro de Investigación y Servicios Museológicos de la UNAM (1981), se expone.
Al inicio de la vida colonial los testimonios históricos registran que la primera Navidad en territorio mexicano, con carácter estrictamente religioso, la realizaron los primeros “conquistadores” al celebrar una misa conmemorativa el 25 de diciembre de 1519; hace 505 años.

Una nueva cultura
El también investigador sobre libertad religiosa y Estado laico explica que la cultura mexicana inició en los siglos XVI-XVII, o sea en este gran mestizaje cultural biológico que se da en donde la impronta indocristiana con la tradición medieval se van a amalgamar para dar cuenta de una nueva cultura.
“Y los principales elementos de nuestra tradición cultural que llamamos Navidad surgen ahí, en la interpretación que hacen los indígenas de ésta. La impronta Franciscana es la creadora de cómo conocemos la Navidad: la colocación de un nacimiento, Belén, Jesús, toda esa simbología alrededor”, describe.
El doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Tulane, Estados Unidos, indica: podemos verla a partir de un punto de vista religioso porque esencialmente es una fiesta con ese carácter, pero también es una celebración que se ha vuelto propia de creyentes y no creyentes.
“Independientemente de que se crea o no, es la convergencia de esos tres factores (tradición histórica, convicción religiosa y el anhelo de vivir en paz, con justicia y reconciliación), lo que le da tanta fuerza a la Navidad. Ahora, en un país tan tremendamente dolido, y en una crisis tan profunda de humanidad, la Navidad tiene un significado más fuerte aun”, señala.
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¿Es una celebración externa?
Sobre la idea de considerar la Navidad como una celebración externa, es decir, proveniente de tradiciones de otras culturas y alejada de lo mexicano, el también maestro en Historia por El Colegio de Michoacán, responde:
“Es que no viene de otro lado. Decir que su origen es externo sería tanto como considerar que todavía nuestra identidad sigue siendo la prehispánica. Y eso es totalmente falso. Nosotros no practicamos una cultura prehispánica, pero ni cercanamente: ¿dónde están sacrificios humanos?, ¿dónde están los regímenes de esclavitud?, ¿dónde están las guerras?”.
El experto apunta que la Navidad en México no tiene ningún sustento histórico e incluso puede ser usado por políticos, pero históricamente es confuso porque somos producto de diversas síntesis culturales.
“Como ideología política a lo mejor les funciona a algunos políticos, pero históricamente eso no tiene ni pies ni cabeza, somos producto de una síntesis cultural que amalgama en el barroco mexica, el barroco virreinal y de ahí se ha ido enriqueciendo con otras tradiciones culturales”.
Finalmente, el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Jorge Eugenio Traslosheros Hernández señala que es recomendable y sugiere la lectura de “La Navidad en las montañas”, de Ignacio Manuel Altamirano (1871).
