El 10 de enero de 1928 marcó un giro en la vida de León Trotsky, uno de los principales líderes de la Revolución Rusa. Ese día, Trotsky fue expulsado de la Unión Soviética por orden de Iósif Stalin, su antiguo camarada y ahora principal rival político. Esta decisión selló su destino como un exiliado político y precursor de una lucha ideológica que lo acompañaría hasta su trágico final.
Trotsky, nació en 1879 en lo que hoy es Ucrania, desempeñó un papel central en la Revolución de Octubre de 1917, que llevó al poder al Partido Bolchevique. Como organizador del Ejército Rojo, se convirtió en una figura clave del régimen soviético. Sin embargo, tras la muerte de Lenin en 1924, las tensiones con Stalin escalaron. Acusado de traición y de representar una amenaza para el liderazgo de Stalin, Trotsky fue desterrado, primero a Kazajistán y luego fuera de las fronteras soviéticas.
Su refugio en México
Tras años de exilio en varios países, Trotsky encontró asilo en México en 1937, gracias a la intervención del presidente Lázaro Cárdenas. Fue recibido por los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo, quienes le ofrecieron refugio en su casa de Coyoacán, en Ciudad de México. Allí, Trotsky continuó sus escritos y críticas al régimen estalinista, fundando la Cuarta Internacional como alternativa al comunismo liderado por Stalin.
Durante su estancia en México, Trotsky vivió bajo constante amenaza. El 20 de agosto de 1940, fue asesinado por Ramón Mercader, un agente estalinista, en su hogar de Coyoacán. Su muerte marcó el fin de una vida dedicada a la revolución y a la lucha por sus ideales, aunque no logró silenciar sus ideas, que continúan siendo objeto de debate académico y político.
Un legado controvertido
El exilio y asesinato de León Trotsky representan uno de los episodios más emblemáticos de las luchas internas del movimiento comunista en el siglo XX. Mientras sus detractores lo acusan de dogmatismo y utopismo, sus seguidores lo ven como un símbolo de resistencia contra el autoritarismo estalinista.
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Hoy, su casa en Coyoacán se ha convertido en un museo que preserva su legado y recuerda la complejidad de su figura: un hombre que dedicó su vida a la revolución, pero cuyo sueño de un comunismo internacionalista fue truncado por las divisiones internas del movimiento.