Para quien visita la Plaza de San Pedro por primera vez, puede parecer curioso —incluso desconcertante— observar cómo gaviotas sobrevuelan el cielo del Vaticano, se posan sobre las esculturas de los santos e incluso acompañan desde las alturas los eventos más solemnes.
Pero estos pájaros marinos no están allí por casualidad: su presencia es resultado de una combinación natural de factores urbanos, ecológicos y geográficos que han hecho del Vaticano un lugar habitual para estas aves.
¿Por qué hay gaviotas en el Vaticano?
La respuesta comienza con un dato básico pero clave: la Ciudad del Vaticano se encuentra a solo 30 kilómetros del mar Tirreno, lo que convierte a Roma —y especialmente a sus zonas abiertas, como el Vaticano— en un sitio accesible para las gaviotas mediterráneas.
Sin embargo, en las últimas décadas su presencia ha aumentado, y no solo por la cercanía al mar.
Abundancia de alimento urbano
Las gaviotas han aprendido a adaptarse al entorno urbano, y Roma les ofrece amplias fuentes de alimento: basura doméstica, restos de comida, peces del río Tíber y desperdicios en mercados o restaurantes.
La zona del Vaticano, con miles de visitantes diarios, también se convierte en un sitio fértil para la búsqueda de alimento.
“Son oportunistas por naturaleza”, explica un ornitólogo del Instituto Superior de Protección Ambiental de Italia. “Si encuentran un entorno donde pueden alimentarse y anidar sin grandes amenazas, lo colonizan”.
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Espacios elevados y seguros para posarse
La arquitectura del Vaticano —con sus altos muros, estatuas monumentales, cúpulas y cornisas— ofrece el tipo de espacio elevado y libre de depredadores que las gaviotas buscan para descansar o vigilar el entorno.
La Cúpula de San Pedro, de hecho, se ha convertido en uno de sus sitios predilectos.
En varias ocasiones se las ha visto incluso posadas sobre la chimenea de la Capilla Sixtina, durante los cónclaves, lo que ha llamado la atención de fieles y periodistas por igual.
Cambios climáticos y expansión de su hábitat
Los cambios ambientales y el calentamiento global también han favorecido que ciertas especies marinas amplíen su hábitat hacia zonas urbanas.
Las gaviotas ya no dependen exclusivamente de entornos costeros: se adaptan mejor a ciudades con temperaturas moderadas y acceso fácil a comida.
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Protección natural y casi simbólica
Aunque para algunos son una molestia —por los ruidos o los excrementos—, las gaviotas en el Vaticano han pasado a formar parte del paisaje cotidiano y casi simbólico del lugar.
De hecho, su aparición ha llegado a interpretarse, en tono anecdótico o supersticioso, como un signo o augurio durante ciertos eventos eclesiásticos.
Un ejemplo recordado es cuando, en 2013, una gaviota devoró una paloma blanca que un niño soltó junto al Papa Benedicto XVI en una oración por la paz.
El hecho fue cubierto por medios internacionales y reavivó debates entre biólogos, creyentes y periodistas sobre el equilibrio entre naturaleza y simbolismo religioso.
¿Molestia o parte del ecosistema?
Las autoridades vaticanas, en conjunto con el municipio de Roma, han intentado en ocasiones controlar su proliferación, especialmente cuando su comportamiento afecta el entorno urbano o interfiere con celebraciones religiosas.
Sin embargo, hasta ahora no se han implementado medidas de control drásticas, y se prefiere convivir con ellas como parte del ecosistema urbano.
Aves pérdidas
Las gaviotas en el Vaticano son más que simples aves marinas pérdidas entre columnas barrocas.
Son el reflejo de cómo la vida silvestre se adapta a los espacios humanos, incluso en los entornos más sagrados.
Mientras el Vaticano mantiene su mística y solemnidad, estas aves continúan sobrevolando San Pedro, recordando que, aun en el corazón de la fe, la naturaleza reclama su lugar.