A partir del 20 de enero, con la toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, se inaugura una nueva época de ofensiva contra los derechos económicos, políticos y sociales de millones de trabajadores dentro y fuera de las fronteras de ese país.
La misión fundamental del nuevo presidente norteamericano se expresa en su lema “Make America Great Again” (Hacer de Estados Unidos grande otra vez); lo que implica un intento desesperado por contener la pérdida de hegemonía de esa potencia imperialista mundial.
Para evitar el colapso económico y político de los grandes monopolios norteamericanos, la oligarquía financiera, a través de Trump, está implementando una serie de medidas contra los derechos de los trabajadores y los pueblos del mundo con el objetivo de contener la caída de las ganancias.
Anexar territorios de Groenlandia, tomar el control del Canal de Panamá, eliminar los derechos de la población LGBTQ+, son parte de este intento por recuperar hegemonía que viene perdiendo ante el ascenso de otras potencias imperialistas, particularmente China.
Los trabajadores migrantes, las primeras víctimas
Una de las primeras medidas que está implementando Trump, es la feroz persecución contra los trabajadores inmigrantes, mediante la implementación de redadas en los campos agrícolas y otros centros de trabajo.
Todavía no se tiene un cálculo exacto del número total de personas inmigrantes de diversas nacionalidades que se han expulsado de Estados Unidos, pero en el caso de México, la presidenta Claudia Sheinbaum dijo que en la primera semana de Trump se recibieron más de 5 mil mexicanos deportados.
La militarización total de la frontera de Estados Unidos con México, así como el cierre de la mayoría de las oficinas migratorias de las ciudades fronterizas, la asignación de México como tercer país seguro, son parte de estas políticas xenófobas que Trump está implementando contra la clase obrera migrante y en particular en contra de México.
La respuesta de los gobiernos del mundo ante la política de Donald Trump
Hasta ahora, las posturas de los distintos gobiernos del mundo y sus respectivas clases dominantes son en dos sentidos: La ultraderecha, que aplaude las políticas colonialistas, fascistas y xenófobas; por otro lado, los gobiernos autodenominados de izquierda, que promueven la unidad nacional contra la política de Trump.
En el caso de América Latina, los gobiernos de Nayib Bukele de El Salvador, Daniel Noboa de Ecuador y Javier Milei de Argentina, son los que encabezan en América Latina una política entreguista y profascista para apoyar a Trump.
En el campo de la izquierda, hay gobiernos que históricamente han mantenido una posición antinorteamericana, como son los casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, y en muchas ocasiones han sido base para el crecimiento de las inversiones chinas en América Latina. Ahora siguen este mismo camino.
Por su parte, los gobiernos de Colombia, Panamá y México, ahora aparecen como una nueva izquierda que aparentemente se opone a las políticas de Trump, sin embargo, en el fondo, mantienen los tratados comerciales y militares con Estados Unidos.
Estos últimos gobiernos llaman a la unidad nacional, de palabra se oponen a las determinaciones del imperialismo norteamericano, pero en los hechos aceptan y profundizan la dependencia económica y política de sus respectivos países.
Unidad internacional de los trabajadores contra la política de Trump
Hasta ahora, no hay gobierno en el mundo que esté representando realmente los intereses inmediatos e históricos de la clase obrera, hasta los gobiernos que han pronunciado las posturas más radicales contra Trump, son hasta ahora voceros de las oligarquías nacionales que se ven amenazadas en sus intereses ante la voracidad de los monopolios imperialistas.
Ante ello, se hace indispensable que la propia clase obrera haga escuchar su voz, sus intereses y sus propuestas ante esta nueva ofensiva mundial promovida desde la Casa Blanca, identificando con claridad que la política de Trump es una ofensiva contra toda la clase obrera del mundo.
Los migrantes son apenas las primeras víctimas, pero al interior mismo de Estados Unidos, viene una mayor explotación de la fuerza de trabajo, y para la clase obrera y los pueblos del mundo, el saqueo de los recursos naturales, la neocolonización y una mayor explotación de los trabajadores es una realidad que se profundizará con las políticas de Trump.
Por ello es indispensable que los trabajadores de todo el mundo, pongan en el centro los principios históricos del internacionalismo proletario para detener esta nueva ofensiva y no marchen a la cola de los intereses de las oligarquías nacionales y sus gobiernos.
Así se vislumbran los senderos de nuestra lucha de clases…