Canta, ¡oh musa!, al mes de octubre y sus enormes lunas con pestañas de plata que desde tierras del Kalmar nórdico anunciarán al Premio Nobel de Literatura 2024, cuyo laurel en 1990 ciñó Octavio Paz por virtud de la Academia Sueca gracias a Knut Ahnlund en Octavio Paz, su vida y su poesía, libro que Odín guarde para el árbol Ygdrassil de sacra memoria rúnica… [*]
Tras la invocación, convido para acompañarme con ese volumen del académico sueco Knut Ahnlund (1923-2012) del Instituto Nobel: OCTAVIO PAZ. Hans liv och diktning (Brombergs, 1990), que tradujimos la agregada cultural de la embajada de Suecia en México y profesora de la UNAM, Maja Bentzer, y quien les escribe esta columna Variaciones del enano feroz.
Antecedente de 1982: al regresar de mis estudios en Dinamarca vertí al español, con mi colega Susane Dygaard de la Universidad de Aarhus, poemas de una veintena de poetas danesas contemporáneas (Expresión de Tabasco en su edición 25 de enero-febrero de 1989 reprodujo traslados nuestros a versos de Vita Andersen, Lone Bjelke, Nina Malinowski, Pia Tafdrupt o Maria Damsholt).
Ya en 1990, cuando la UNAM abrió cursos de aprendizaje del idioma sueco en el Centro de Estudios de Lenguas Extranjeras, me inscribí con la maestra Marianne Aakerberg-Ávila y su asistente, la citada Maja Bentzer, de la Embajada de Suecia.
Fue a petición de mi hermano Armando Ponce, coordinador de la sección cultural de la revista Proceso, que con mi amiga Maja (se pronuncia “Maya”) traduje el volumen de Knut Ahnlund, pues Armando lo había entrevistado en Estocolmo.
Motivados por publicar esa obra de Ahnlund sobre Paz en México, Maja y yo buscamos a Guillermo Sheridan al frente de la Fundación Paz (ubicada en la actual Fonoteca Nacional), pero…
Petulante, Sheridan simplemente nos mandó por un tubo. Tampoco al Fondo de Cultura Económica le interesó nuestra traducción. Cuando murió Paz, la revista Proceso, en su edición 1121, del 26 de abril de 1998, pp. 56-57, y portada: “Las guerras de Octavio Paz, sacó un fragmento relativo al poema Piedra de Sol”.
Por cierto, el doctor e investigador Iván Ruiz García, Cum laude por la Benemérita UAP, citó nuestro texto en su estudio “Piedra de Sol. ¿Afinidades entre pintura y poesía?”. (Antología del Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. 27 #87, 2005). A continuación, ofrecemos aquí tal extracto del libro de Knut Ahnlund, que influyó a otorgar el Premio Nobel 1990 al maestro Paz.
“Piedra de Sol”
En una entrevista, Paz dice acerca de la finalidad de su poesía:
“En mis poemas hay un empeño por asimilar ciertas formas de la poesía precolombina, por ejemplo, regresar a la unidad entre idea y sentimiento, para regresar la idea sensible otra vez y la sensibilidad intelectual.”
Las palabras descifran la práctica lírica de Paz el pensador/observador y Paz el pensador/soñador, pero encajan especialmente bien con el poema más grande del libro Piedra de Sol.
Piedra de Sol es el monolito que fue encontrado en la Plaza Mayor de México en 1790, uno de los milagros de este mundo, con un disco de tres y medio metros de diámetro, peso de 24 toneladas y elaborado con la máxima precisión.
Contiene el calendario azteca y varias de las imágenes han inspirado comentarios del poeta. Entre ellas está la estrella Venus, lucero matutino, del atardecer, y estrella del amor. El poema comprende 584 estrofas, que son el número de días que transcurren entre las conjunciones del Sol y Venus.
No existen puntos en el poema; es circular y, la primera frase con sus audaces catacresis:
un sauce de cristal, un chopo de agua,/ un alto surtidor que el viento arquea,/ un árbol bien plantado más danzante,/ un caminar de río que se curva,/ avanza, retrocede, da un rodeo/ y llega siempre.
Es también la última estrofa del poema, que trata de la abolición del yo y su incorporación a la naturaleza: el final es el principio y el principio es el final, todo es “renacer, volver a morir y renacer de nuevo”.
Lo sombrío del poema y la cantidad de rezos, al parecer sin suplicante, hacen lento el proceso de familiarización con él. No se le puede asimilar totalmente con los instrumentos del entendimiento racional ni tampoco permite una descripción así.
En su mayoría consiste en plegarias, muchas difíciles de descifrar, otras transparentes. Existe un “yo”, un yo caminando y por momentos desapareciendo, también existe un “tú” que es cambiante y tiene varios nombres, pero que tal vez sea una misma persona. A veces se llama Melusina, a veces Laura, Perséfone, María; tiene “todos los rostros y ninguno”.
Están los espacios sin tiempo; pero también direcciones precisas en la vida del joven poeta y tiempos personales, como la Christopher Street, en San Francisco, o el Madrid durante la Guerra Civil en 1937, o una cierta noche de Oaxaca en México.
Existen tiempos de la historia universal, como cuando Agamenón gritaba al morir, cuando Casandra berreaba, cuando Sócrates pidió a Critón que sacrificara un gallo a Esculapio, cuando Robespierre en la carreta del verdugo llevaba su mandíbula destrozada en la mano; o Churruca (el héroe marino de España), Lincoln, Madero, Trotsky, todos en el momento de morir, porque al final de cuentas todo es una representación poético-filosófica insistente de la vida, la muerte, el tiempo y de nuestro tipo de realidad.
En largas secuencias son revaloradas y reinterpretadas las realidades que nosotros vivimos:
nunca la vida es nuestra, es de los otros,/ la vida no es de nadie, todos somos la vida (…) no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,/ la vida es otra, siempre allá, más lejos,/ fuera de ti, de mí, siempre horizonte
Una idea constante que cruza su obra es la de una gran vida de la cual todos formamos parte. Según entiendo, podemos salir de ella y entrar de nuevo; por ende, la muerte individual es puesta en tela de juicio. Humanismo social y humanismo moral intentan aquí unirse a ideas orientales y precolombinas. Aquí también el tiempo está expuesto a experimentos: la interpretación de la vida del poema suprime las cronologías.
mientras el tiempo cierra su abanico
y no hay nada detrás de sus imágenes
el instante se abisma y sobrenada
rodeado de muerte, amenazado
por la noche y su lúgubre bostezo,
amenazado por la algarabía
de la muerte vivaz y enmascarada
el instante se abisma y se penetra,
como un puño se cierra, como un fruto
que madura hacia dentro de sí mismo
y a sí mismo se bebe y se derrama
el instante translúcido se cierra
y madura hacia dentro. Echa raíces,
crece dentro de mí, me ocupa todo,
me expulsa su follaje delirante,
mis pensamientos sólo son sus pájaros,
su mercurio circula por mis venas,
árbol mental, frutos sabor de tiempo,
oh vida por vivir y ya vivida,
tiempo que vuelve en una marejada
y se retira sin volver el rostro,
lo que pasó no fue pero está siendo
y silenciosamente desemboca
en otro instante que se desvanece: (…)
Lo que se cita es, una vez más, una variación del complicado modelo del tiempo en Paz. En sus principios fundamentales se basa en una experiencia conocida por todos y que ya los cuentos más antiguos nos dicen: que la duración del tiempo puede variar.
Paz quiere, sin embargo, darle al tiempo calificado, o al instante que hace que deje de transcurrir el tiempo, validez absoluta. Dice que las experiencias más elevadas nos dan acceso a un espacio donde todas las oposiciones, bajo cuya maldición normalmente vivimos, dejan de existir y se reconcilian.
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El amor nos da más que nada un regreso a aquella eternidad, y Piedra de Sol es, entre otras cosas, un gran poema de amor que explica el pensamiento rígido del autor, marcado por misticismo, en torno al tema. “El mundo cambia cuando dos personas se aman”, así dice el estribillo que suena de manera variada a través del poema.
Los ensayos de Paz pueden, no raras veces, leerse como correspondencias prosaicas a su poesía lírica; nos enseñan los pensamientos al desnudo, aquellos que en los poemas están disfrazados como imágenes. En el apéndice “La dialéctica de la soledad” del libro El laberinto de la soledad, publicado en 1959, un par de años después de Piedra de Sol, encontramos el pasaje siguiente sobre el amor:
“Y le pedimos al amor –que, siendo deseo es hambre de comunión, hambre de caer y morir tanto como de renacer– que nos dé un pedazo de vida verdadera, de muerte verdadera. No le pedimos la felicidad, ni el reposo, sino un instante, sólo un instante, de vida plena, en la que se fundan los contrarios y vida y muerte, tiempo y eternidad, pacten. Oscuramente sabemos que vida y muerte no son sino dos movimientos, antagónicos pero complementarios de una misma realidad. Creación y destrucción se funden en el acto amoroso; y durante una fracción de segundo el hombre entrevé un estado más perfecto.”
Probablemente muchas de las estupendas imágenes del poema están sacadas de las regiones fronterizas de un inconsciente fructífero, y pudiera parecer que las desviaciones a veces nos alejan del surco principal. Pero también la distracción es un paisaje grandioso. Además, es muy probable que las distracciones sean espejismos.
Un análisis a fondo, que todavía no se ha realizado, probablemente podría revelar un ritmo pulsante que sostiene todo: un cambio entre la luz y la oscuridad, organizado de tal manera que el lustro de un calendario se presenta y, tal vez, justo bajo el signo de las divinidades femeninas de la Piedra de Sol. Porque son notables los cambios de escenario entre los ambientes.
Partes significativas del poema parecen ilustrar un viaje, una caminata por el mundo y el tiempo, y más allá de sus fronteras. El transmigrante espiritual en esta Divina Comedia, marcada por ideas orientales, es más una voz que nos grita desde estaciones, cruceros que una vez hemos pasado –son memorias del mundo recordadas por alguien que se encuentra fuera de las limitaciones del propio mundo.
Pero, como se ha mencionado, existen huellas de su destino personal, biografía, su vida de juventud, experiencias amorosas y todo esto se vislumbra acomodado en un sistema mayor.
[*] Knut Ahnlund escribió asimismo el ensayo sobre el poeta mexicano para presentarlo a la Academia de su país, como parte de las cinco candidaturas al Nobel de Literatura 1990. Según Ahnlund, la intención de las 142 páginas de su libro OCTAVIO PAZ. Han liv och diktning sólo fue dar a conocer la poesía del mexicano en el mundo escandinavo.