México, 7 ago. (AMEXI).- Productos como las papas fritas que la mayoría de las personas disfruta comer, según lo demuestran los 174.64 millones de dólares que en 2023 se gastaron en México para comprar esas botanas, son consumidos muchas veces por “hambre mental” provocada por las emociones, así como por «ingesta hedónica”, esto es, el placer de escuchar el ruido que generamos al masticar.
En un comunicado, el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO) citó una publicación de la Organización de Consumidores y Usuarios de España (OCU) que expuso que entre otros antojos salados procesados y con poco valor nutricional, las papas fritas “son de lo más adictivos”.
Es por ello que se prevé que el mercado de ese producto en México crecerá a una tasa anual de 3.5 % durante a partir de este 2024 para alcanzar un valor de 230 millones de pesos en 20232, como se lee en un estudio de mercado difundido por Informes de Expertos.
Linda Spangle, experta en control de peso que creó el programa «Weight loss for life» y autora del libro Life i s hard, food is easy, explicó que las decisiones alimentarias de las personas en muchas ocasiones se basan en las emociones que experimentan, ya sea ira, frustración, estrés, tristeza o incomprensión.
Olores, texturas y sonidos que enferman
A decir de la también enfermera con maestría en Educación para la salud, cuando no hay “hambre física” y más bien se antojan productos masticables y crujientes, “algo que aplastas con los dientes”, es más fácil precisar qué siente la persona.
Y eso lo saben bien las empresas que elaboran dichas botanas, a las que añaden productos químicos como sodio y grasas para que sean “más sabrosas”, adictivas y, por ende, consumidas.
El continuo consumo de dichos productos, que debemos evitar llamarlos «alimentos», no solamente provocan aumento de peso, sino también son causantes de hipertensión arterial, problemas cardiacos y/o digestivos, diabetes y hasta depresión.
Cifras dadas a conocer por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) indican que entre el 20.7 % y el 56.4 % de las personas de 30 a 79 años que habitan en naciones que forman parte de ese organismo, padecen hipertensión, mal al que entre otras razones contribuye el consumo excesivo de sodio, específicamente la sal.
Comer con el oído
Además de grasa y sal, a muchos productos que se venden como botana también les agregan potenciadores de sabor, colorantes, conservadores y antioxidantes artificiales que los hacen “más sabrosos”, les dan más textura, consistencia, corrigen la acidez y mejora su consistencia y sabor para provocar placer al ingerirlos.
Investigadores también han descubierto que muchas personas comen no porque tengan hambre o por su buen sabor, sino por el placer que les genera el sonido que hacen algunos alimentos salados y crujientes al masticarlos, refiere un artículo publicado en el portal Glanbia Nutritionals.
Texturas, olores, sonidos y sabores desempeñan un papel decisivo para que el individuo elija qué comerá, se lee en otro artículo de la proveedora de información biomédica Elsevier, que llama a esa situación “ingesta hedónica”, esto es, la sensación de hambre inducida por el deseo de saborear y reproducir el placer del cuerpo que pide nutrirse, aun cuando no lo necesite en ese momento.
Pero el consumo continuo de esos productos salados, crujientes y adictivos pueden provocar enfermedades que deriven en muerte.
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