La idea de que la inteligencia artificial (IA) es el gran igualador suena atractiva. Sin embargo, esa visión requiere matices. La IA reduce barreras y permite que individuos y pequeñas empresas compitan con grandes corporaciones. No obstante, tal tecnología, por sí sola, no democratiza el acceso al conocimiento ni las oportunidades económicas.
Christian E. Maldonado Sifuentes, investigador SEHCITI en el IPN y TRAI-L.com, confirma esta idea. En entrevista con Amexi, explica que la IA se utiliza para producir contenido y automatizar procesos. Además, esta tecnología mejora la toma de decisiones estratégicas.
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Expectativas infladas en la educación
Maldonado Sifuentes explica que la historia de la tecnología está llena de expectativas infladas. Ocurrió con los MOOCs, «Cursos en línea masivos y abiertos», que prometían una educación accesible para todos. Sin embargo, en realidad los principales beneficiarios de estos cursos fueron quienes ya poseían una formación académica sólida. Estos cursos son una alternativa a la formación tradicional y ofrecen oportunidades de aprendizaje permanentes y económicas.
Agrega Maldonado Sifuentes que la IA puede reforzar desigualdades existentes en lugar de eliminarlas. Este patrón puede repetirse si no abordamos el problema estructural del acceso. La IA no solo requiere datos y poder computacional. También exige conocimientos técnicos para su uso efectivo.
Sin una estrategia clara para democratizar estas herramientas, el riesgo persiste. La IA puede terminar reforzando las desigualdades existentes. Uno de los mayores errores al pensar en la IA como un igualador es concebirla como un sustituto del factor humano, en lugar de un potenciador.
La inteligencia artificial y el papel del maestro en la era digital
Durante décadas, agrega Maldonado Sifuentes, la educación ha tratado de replicar la labor docente con tecnología. Eso no es posible porque la enseñanza es más que sólo transmitir información. Y si bien la inteligencia artificial puede facilitar el aprendizaje y optimizar procesos, jamás podrá igualar el juicio, la empatía y la capacidad de adaptación de un buen maestro.
Desde la perspectiva de la singularidad tecnológica, el mayor peligro radica en cómo se distribuye el acceso a la IA y quién controla su desarrollo. Maldonado Sifuentes puntualiza que, si permitimos que las grandes corporaciones dicten su evolución sin regulaciones, corremos el riesgo de convertir la IA en una herramienta de concentración de poder.
Por ello, plantea que es crucial impulsar modelos abiertos y desarrollar políticas de acceso equitativo. La IA tiene el potencial de transformar la sociedad, pero no es una fuerza autónoma de cambio ni una solución mágica a problemas estructurales.
Si realmente deseamos que la IA funcione como un igualador, debemos asegurarnos de que su acceso y desarrollo empoderen a las mayorías, no a unos pocos, concluye Maldonado Sifuentes.