*Norberto Soto Sánchez
psicólogo y maestro en Educación por
la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Doctorante en la UPN Unidad Ajusco.
Interesado en temas de narcotráfico y
violencia política en educación superior.
Es común encontrar los términos de cacicazgo universitario y casta dorada universitaria en los medios de comunicación para referirse a situaciones de abuso de autoridad, pisoteo a derechos laborales y humanos, violencia, privilegios, clientelismo, corrupción y antidemocracia en las instituciones públicas de educación superior.
Aunque ambos términos se usan algunas veces de manera indiscriminada, están claramente asociados a los fenómenos mencionados anteriormente y no es difícil inferir la dimensión estructural a la que hacen referencia, es decir, que aluden a formaciones sociales organizadas de manera sistemática y jerárquica, estableciendo patrones y lazos sociales dentro de las universidades, los cuales se producen y reproducen derivado de ciertas modalidades del ejercicio del poder al que, a su vez, perpetúan mediante su producción y reproducción.
A nivel de la elaboración académica y publicación en revistas de ese ámbito, las propuestas en torno al tema son escasas. Sobre ello, Wil Pansterns, uno de los estudiosos del caciquismo en México ─en sus diferentes avatares que van desde caciquismos agrarios a los sindicales, pasando por los universitarios, entre otros─ se preguntó: “¿Por qué se ha reducido el retrato del caciquismo universitario principalmente al terreno del chismorreo, a discusiones de cantina y a folletos políticos, y no ha llegado a ser objeto de un serio discurso académico?” (https://acortar.link/2v7Tsf).
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Podemos extender esa pregunta a ambas estructuras, la de cacicazgo y casta dorada universitaria, y, entre algunas de las respuestas, está la de que teorizar, escribir y publicar sobre dichas formaciones desde las propias instituciones académicas conlleva riesgos bastante serios para quien lo haga, en tanto que los grupos de poder que dirigen a las universidades cuentan con todo tipo de recursos para reprimir cualquier voz críticamente reflexiva: se puede ser objeto de montajes criminalizantes, campañas de difamación, despidos injustificados e incluso atentados contra la propia vida (https://acortar.link/XfzPUw), dependiendo del grado de violencia que pueda ejercer la estructura sobre la que se esté teorizando y difundiendo dicha teorización.
Quienes pertenecen o dirigen los cacicazgos universitarios y las castas doradas aprovechan la generación artificial de ausencia de trabajos académicos sobre ellos para decir que sus respectivas estructuras son inexistentes: “aquí no hay cacicazgo universitario”, “no existe tal cosa como una casta dorada en esta universidad”, son algunas de las expresiones que comúnmente emiten, aprovechando, también, que la existencia de ambos fenómenos se apoya en factores eminentemente informales, fácticos y parainstitucionales.
Las instituciones de educación superior no son solo los “recintos del saber” o “casas de estudio”; son espacios donde quienes dominan ejercen muchísimos tipos de violencia para sofocar las contradicciones entre las distintas fuerzas sociales que hay en su interior y, así, perpetuar el estatus quo que en ellas han impuesto y que les es altamente redituable, pues usufructúan los jugosos presupuestos públicos de las universidades.
Como hemos dicho, tanto cacicazgos universitarios como castas doradas universitarias son estructuras de poder antidemocráticas que se forman en las instituciones de educación media superior y superior, su diferencia no es de fondo ni de forma, sino de grado.
Los cacicazgos universitarios
En el caso del primero se trata de una estructura que se configura alrededor de la figura de un actor político, el cacique universitario, el cual, siguiendo la propuesta conceptual de Ismael Solís Sánchez (https://acortar.link/1Etnm5), puede ser definido como quien, dentro de un sistema de relaciones clientelares en una universidad, monopoliza entre lo formal y lo informal, entre lo legal y lo fáctico, entre lo institucional y parainstitucional (https://acortar.link/5CSR3q), la intermediación política y el control de la asignación de posiciones y recursos estratégicos ─plazas académicas y administrativas, puestos directivos, rectores, consejeros, distribución interna de montos presupuestales, estímulos al desempeño, becas, asignación de matrícula estudiantil (en el caso de las unidades con alta demanda), reconocimientos académicos, contratos con proveedores, licitaciones, entre otros─, así como en las reformas universitarias y el dictum de lo que puede o no ser dicho y elaborado desde las instituciones educativas.
El cacicazgo es la estructura de poder; el cacique es el actor político; y el caciquismo es la modalidad del ejercicio del poder.
Las castas doradas
En cuanto a las castas doradas, son estructuras donde el control en la intermediación política y los recursos estratégicos recae en un reducido grupo de actores que gozan de privilegios, al igual que los seguidores más cercanos del cacique, en el caso de los cacicazgos, pero no presenta una monopolización personalista como en estos últimos; todo cacicazgo universitario es, si tomamos en cuenta el factor “privilegio”, una casta dorada, pero no toda casta dorada llega a ser un cacicazgo universitario.
Ambos, castas y cacicazgos universitarios, necesitan de la violencia y el clientelismo para controlar a las instituciones educativas. Son elementos indisociables para el ejercicio de poder antidemocrático que les caracteriza.
Expansión de cacicazgos y castas doradas
Los dos fenómenos han tenido una expansión e intensificación en México desde la década de los ochenta ─cacicazgos como el de Raúl Padilla López en la Universidad de Guadalajara; el de Gerardo Sosa Castelán en la Autónoma del Estado de Hidalgo; el de José Doger Guerrero en la Autónoma de Puebla; el de Melesio Cuén Ojeda en la Autónoma de Sinaloa; y la casta dorada con sus diferentes grupos (los médicos, los arquitectos, los abogados, entre otros) en la Nacional Autónoma de México, por mencionar solo algunos─ con la entrada del neoliberalismo, y han sido favorecidos por los esquemas de autonomías universitarias antidemocráticas, las cuales no son propiamente autonomías, sino heteronomías, pues en los hechos son regímenes institucionales que ponen a las universidades al servicio de intereses empresariales y políticos externos a sus comunidades y no permiten un verdadero autogobierno universitario, más allá de lo que las autoridades universitarias declaran.
El estudio de estas redes de poder no se debe limitar a la dimensión estructural interna a las universidades, pues tienen múltiples aristas; algunos cacicazgos han logrado conformar partidos políticos, como en los casos de los finados Melesio Cuén con el Partido Sinaloense y Raúl Padilla con Hagamos, en Jalisco; ambas estructuras ─que sobreviven a sus líderes, encontrándose de momento en una fase de recomposición como castas doradas─ se caracterizan por la fuerte violencia que ejercen dentro y fuera de las universidades; el primero, por ejemplo, apoyándose abiertamente en sus nexos con el crimen organizado, lo cual terminó llevando a la muerte a su cacique (https://acortar.link/OZeRrW).
No está por demás mencionar que las dos estructuras son representantes de la clase dominante de las sociedades capitalistas, es decir, de la burguesía, y en algunas ocasiones llegan a ser parte de ella, como en los casos de funcionarios universitarios convertidos en empresarios gracias a los recursos que desvían del presupuesto las instituciones educativas públicas.
Estas son solo unas notas provisionales para pensar en ambos fenómenos.