La guerra de aranceles, que está colocándose en primer plano con la llegada del presidente Donald Trump a la Casa Blanca, se presenta ante el mundo como una guerra a la que debemos sumarnos los trabajadores y los pueblos, haciendo eco a la “unidad nacional” que pregonan los gobernantes.
La guerra de aranceles deriva de la guerra económica que hace tiempo desataron las principales potencias mundiales para proteger a sus monopolios, defender sus mercados cautivos y avanzar hacia un nuevo reparto del mercado mundial.
La crisis estructural del sistema capitalista-imperialista mundial es la causa principal de la profundización de las contradicciones interimperialistas. Estas contradicciones se expresan en guerras regionales, como las de Ucrania y Medio Oriente, o los golpes de Estado en países africanos, entre otros conflictos.
Pero estas contradicciones, que tienen su esencia en la economía política, se expresan más directamente en las sanciones económicas a los rivales, el reemplazo del dólar en el comercio mundial y ahora en la guerra de aranceles.
El desplazamiento irreversible de los Estados Unidos como potencia imperialista dominante y el crecimiento de China, que está cada vez más cerca de convertirse en la primera potencia económica, está arrastrando a las clases dominantes de la mayoría de los países a enfilarse detrás de alguno de estos dos bloques en pugna.
Los aranceles son medidas proteccionistas para los monopolios
Todos los gobiernos disfrazan esta guerra de aranceles y las otras guerras con discursos nacionalistas para arrastrar a los trabajadores y a los pueblos a intervenir activamente en la defensa de los intereses de los monopolios, sus oligarquías y las clases dominantes de cada país.
Históricamente, desde su creación, los impuestos de importación o exportación, que se conocen como aranceles, han tenido el objetivo de proteger a los monopolios de las industrias nacionales ante la invasión del mercado por productos extranjeros Carlos Marx y Federico Engels analizaron a profundidad este fenómeno de los aranceles en la rivalidad económica entre Inglaterra y Alemania en los años treinta del siglo XIX.
El principal frente de guerra de los aranceles: entre China y EU
Ahora Donald Trump amenaza con imponer 25% de aranceles a todos los productos que importa de México, cobros que se mantienen en pausa por un mes. Además, a partir del 4 de febrero aumentó en 10% los aranceles a todas las importaciones provenientes de China.
En respuesta, China impuso 15% de aranceles al gas natural licuado y al carbón, y 10% al petróleo, productos agrícolas y camiones provenientes de Estados Unidos. Además, China amenaza con imponer sanciones a Google, PVH Corp., Calvin Klein y a la empresa de biotecnología ILM.O.
Este último es el frente principal de la guerra de aranceles. En el caso de los aranceles que Estados Unidos pretende imponer a México son para someter completamente el mercado mexicano, expulsar los productos chinos, aun cuando el discurso sea el problema del fentanilo o el ingreso ilegal de mercancías chinas al mercado norteamericano vía México.
En el caso de México, la oligarquía mexicana y sus gobiernos de todas las filiaciones llevaron a someter a nuestro país al imperialismo norteamericano, hasta convertir nuestra economía en un apéndice de las trasnacionales norteamericanas.
La dependencia económica de México hacia Estados Unidos aumentó enormemente con la firma, hace 30 años, del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (hoy T-MEC), tratado que aún sigue vigente y fue renovado por el gobierno de la 4T.
Los grandes megaproyectos gubernamentales, como el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT) y el nuevo Plan México, llevarán a México a profundizar su dependencia frente al imperialismo norteamericano. Y mientras el capital nacional sólo busca adueñarse de una pequeña parte de las ganancias, la mayor parte fluye hacia Wall Street.
Unidad internacional de los trabajadores para la defensa de sus intereses inmediatos e históricos
La guerra de aranceles y las contradicciones entre las burguesías de los países terminarán cuando se pongan de acuerdo en cómo aumentar la explotación del hombre y la depredación de la naturaleza para que crezca su tasa de ganancia.
Mientras tanto, los trabajadores en cada país deben librar una férrea lucha contra las políticas antiobreras, por mejores salarios y contra la eliminación de las conquistas laborales, al mismo tiempo que luchamos por hacer crecer nuestra organización y unidad nacional e internacional.
La burguesía se une de manera internacional para imponer mayor explotación contra la clase obrera. Esa es la misión principal de la Casa Blanca con Trump; el fascismo, que se cierne como un verdadero peligro, es la faceta más agresiva del capital y es ahora una tendencia internacional.
Por ello, la clase obrera debe trabajar por un Frente Único Antifascista y Antiimperialista mundial, para detener al imperialismo y al fascismo, para derrotar a las burguesías apátridas, obligar a los gobiernos a respetar los derechos de los trabajadores y no sólo defender a los empresarios frente a la guerra de los aranceles, y construir un mundo sin explotación bajo un gobierno del proletariado.
Sólo así brillará mejor el sol por nuestros senderos de la lucha de clases.